viernes, 24 de diciembre de 2010

El asesino de la rosa.


Sus ojos azul cielo iluminaban la ciudad con mayor intensidad que el mismo sol. Su pelo, de un tono similar al trigo, podría alimentar sólo con su olor a cualquiera.
La oscura mañana londinense aportaba a su rostro un tanto de misterio, y una pizca de rudeza. Las aceras mojadas parecían infinitas, y en el aire se respiraba un inegable aroma a muerte y desesperación.
El misterioso hombre, tapado con una gabardina negra y un sombrero, se fundió con la oscuridad, como diluyéndose entre el agua.
Horas más tarde un grito seco e intenso como ninguno interrumpió la paz de la ciudad. Junto a la fuente, tendida sobre el suelo, una mujer totalmente desnuda y con una rosa roja en la boca. La sangre oxidada adornaba su cuerpo, y aquella melena larga y rizada, de un tono anaranjado, la hacía realmente hermosa. La gente, espectante, jugaba temerosa a adivinar quién podría haber cometido semejante crimen. Pero la falta de pruebas hizo imposible encontrar un culpable.

El reloj marcaba las 00:00 y los vecinos de los barrios más lúgubres de la cuidad, temían que "el asesino de la rosa" atacara nuevamente en la oscuridad de la noche.
Pasaron dos meses hasta que una nueva víctima apareció en las calles. Esta vez colgada de un árbol, desnuda y con la rosa roja prendida en el pelo. Se trataba de la hija de la panadera, bella a la par que pobre y miserable. El caso fue cobrando popularidad, hasta el punto de que en todo Londres se hablaba de aquel sanguinario hombre que mataba sin piedad, dejando sobre sus víctimas un último regalo: una rosa roja.
-No cabe duda- dijo el pescadero.- El olor a putrefacción cubre todas las calles. En cualquier momento, en cualquier lugar, alguien caerá nuevamente.
Y los debates fueron intensos y muy variados. Hasta aquella noche, cuando las pisadas de un hombre esbelto, de mirada profunda y gran misterio, se mezclaron sigilosamente entre las del resto de la gente. Seguía con cautela a una chica refinada, blanca como la nieve, que movía las caderas al son de una melodía imaginaria. Cada paso se acercaba más. Incluso podía oler aquel aroma tan intenso que desprendía su pelo. El deseo de llevar a cabo sus intenciones aumentaba más y más a cada instante, hasta inyectar sus ojos de una penetrante ira. Una vez hubo llegado a una calle vacía la agarró por la cintura acercando sensualmente los labios a su cuello, y tras amordazarla y contemplarla lentamente se divirtió jugando a atemorizarla. Le pasó un afilado cuchillo por su tersa pierna, rajando parte de su piel, después escribió en su espalda un extraño mensaje y cuando aquel juego comenzó a aburrirle clavó sin más dilación su arma en el pecho de la joven. Sacó en ese momento una rosa realmente hermosa de su gabardina, y la depositó sobre su pecho con ternura escapándose nuevamente con paso firme y altanero. Los ojos de la joven miraban al firmamento como si tratasen de escaparse junto con su alma, procurando no haber presenciado aquel terrible acontecimiento.
El estrecho sentimiento de angustia, era igual en todos los habitantes de la cuidad, y el temor embriagaba a las más jóvenes.
Pasaron meses, incluso años, y el número de víctimas continuó creciendo como si el asesino cobrara algún tipo de venganza con la sangre de la gente. No fueron pocas las personas a las que asesinó, llegó el punto en el que su coraje y su falta de escrúpulos se convirtieron en una leyenda conocida por todo el mundo. Lo cual incremento el pánico.
Ninguna de las medidas que había tomado el alcalda estaba resultando efectiva, y viendo la decadencia del pueblo una mañana apareció colgado en su despacho. No se despidió de nadie, pero todos supusieron que no hacían falta más palabras. El luto por cada joven se unió al intenso dolor por la muerte del alcalde.
Las familias comenzaron a marcharse. Dejaron sus casas tal y como estaban, y sin nada en el bolsillo huyeron de la amenaza que rondaba por la cuidad londinense. Reinaron durante años el desasosiego y la angustia.
Una vez hubo llegado la calma, encontrándose las calles prácticamente vacías, un hombre de unos 40 años, rubio y de ojos azules, se internó en el bosqué una mañana, tranquilo, como si nada le preocupara. Se colocó una rosa roja en el cuello de la camisa, dejó caer junto a sus brazos una nota y simplemente se limitó a morir. Respirando el aire gélido de aquel bosque dejó que se lo comieran las fieras, sintiendo con cada bocado el dolor de cada vida apagada en sus brazos.
Esa misma tarde encontraron con el cuerpo la ilusión de aquellas jóvenes, y reinando la paz en Londres todos volvieron a ocupar sus casas. Pues con el cuerpo del despiadado hombre se enterraba el dolor de todos y cada uno de los habitantes de la cuidad. Pero, eso sí, nadie supo nunca nada más sobre la identidad del "asesino de la rosa".

domingo, 28 de noviembre de 2010

En Rusia aún es verano.


Frío polar. Mezquinos soplidos de aire gélido que calan los huesos. Quedan aún tres semanas para Navidad, pero las calles están cubiertas de adornos, luces y juguetes. Niños que miran con ternura y deseo aquel gormiti que tanto esperan. Mujeres que se tocan la cartera suplicando al cielo que no cueste mucho. Y otra vez turrón, polvorones, árboles cubiertos de bolitas que brillan, luces, esperanza, ilusión. Espíritu navideño en mi casa, en la de al lado, incluso en esa que linda con el fin de la ciudad. Pero a unos cuantos kilómetros más aunque el viento sopla del mismo modo que aquí, los huesos rudos y algo desgastados de una mujer se niegan a sentir el frío. Limpia la casa despreocupada, en chanclas y pantalón corto, y cuando alguien le recuerda que llega la Navidad ella mira inquieta el mar deseando sentir otra vez la suave brisa veraniega. Porque en Rusia, es aún el estío el que cubre las ciudades.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El hombre nieve.


Aquel hombre se escondió bajo la nieve, sintiendo más gélida su alma que todo lo que le rodeaba. Suspiró suavemente y se dejó morir. Se fundió con la primavera deslizándose por los ríos y fue alimento para el mundo regalando su esencia sin recibir nada a cambio.

Nadie le hechó de menos. Nadie lloró su ausencia. Y continuó escondido, esta vez en algún rincón del paraiso.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Diciembre.


-¡Qué mala fecha para empezar con alguien!-Dijo la jovial chica del pelo rubio.

-¿Por qué?- Repuso su amiga.

-No sé.... Diciembre. Es más bonito comenzar la relación con el principio del año. Ya sabes... año nuevo, ¡VIDA NUEVA!

-Yo creo que es algo intenso, incluso roza el romanticismo. Gastas los últimos días de un año, de un periodo de tu vida con esa persona especial. Empieza la difícil tarea de conocerle, compenetrarte, ser parte el uno del otro. Y aquel año que caduca es la antítesis del que comienza, pero esa relación es el común denominador de ambos. Podría compararse con el final del otoño, incluso del invierno que todo lo marchita creando una capa de hielo sobre cualquier cosa privándolo de la vida. Y cuando crees que todo está muerto, que aquello termina allí, algo florece de la nada, como intentando poner el toque de luz y color a un sentimiento triste y de soledad. Porque, ¿qué es el amor sino una flor que brota de la nada, de un corazón escarchado incluso congelado? ¿no es una ráfaga de aire caliente en una ventisca fría como ninguna?

-Pero.... pero.... ¡ENERO! Comenzar lo nuevo juntos, ya sabes.-Repuso la atónita muchacha.

-Renovación, esa es la palabra. Y si algo tiene que cambiar estoy segura de que quiero que sea a su lado.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Jalogüin.


El gélido airecillo del otoño se cuela por las rendijas, como precediendo un acontecimiento macabro. Otro 1 de noviembre, otra de esas tardes infinitas, disfraces, música alta y alegría. Cualquier acontecimiento, por siniestro que sea, es siempre bueno para hacer una fiesta. Laca de uñas, un vestido ceñido con el que se te vea un poco más de la cuenta, unos tacones altos y con un par de puntitos pintados en el cuello seguro que tienes éxito a lo largo de la noche. Resulta excitante, el ritmo frenético de la música no cesa, y el sudor corre ligeramente tu pintura, pero no importa. Miradas que se cruzan, deseo que arde en el aire, pasión, tal vez demasiada. Y a la mañana siguiente sólo quedará como recuerdo un roto en tus medias y el ligero sabor del sexo en tu boca.

lunes, 25 de octubre de 2010

Lo nuevo.


-¿Lo nuevo?- Dijo ella.

-Sí, lo nuevo. Vuelvo a tener esa sensación absurda de que todo es distinto. Como cuando por primera vez olí el aroma de tu pelo, o sentí tu piel junto a la mía. Por eso cada vez que algo llega a mi vida me recuerda a tí.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Danae, dulce Danae.


Pequeña Danae, es tan sutil la blancura de tu piel... En las noches más oscuras, entre los sueños más profundos e inconfesables, apareces tú cual blanco rayo de luna iluminando cada rincón de mi ser. Tu sonrisa, dulce, tierna, melancólica y efímera, pasea por mi mente sin piedad dejando el más mínimo recoveco para el resto de mis pensamientos. Eres mi Venus. Tus ojos me hicieron víctima de la desdicha desde el primer instante pues tú no padeces este amor del mismo modo que yo, pero en parte mi tristeza es amarga y dulce a la par, ya que sólo con oler ese aroma embriagador que desprendes al pasar, vuelve mi cabeza al mundo, pisan mis pies sobre firme. ¡Ay, pobre de mí! Loco según algunos, enamorado para otros. Lo único que tengo claro, amada mía, es que no hay verdad más allá de tí, de tu piel serena hecha de luna, de tu sonrisa sincera y la sutileza de tus cabellos. Pues eres para mí, ángel celestial traido a este mundo para salvarme.

lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Arjé o Physis?


El melancólico tono de su voz parecía definitivo, y sin dudarlo ni segundo se dispuso a hacer esa amarga pirueta que es la muerte. Se ahogó aquella noche en un vaso de agua vacío, sintió cómo la arena inexistente de antiguo desierto cubría su cuerpo, y creyó tener los pulmones saturados por el polvo de su burbuja de plástico. Había muerto espiritual y mentalmente unas 200 veces, pero su cuerpo maltrecho y descuidado parecía muy interesado en continuar caminando.

-No es que yo no quiera vivir.- Dijo mirándose al espejo.- Es que la vida dejó de interesarme cuando comencé a ver ocasos por amaneceres. Cuando deshojar margaritas empezó a resultar aburrido y carente de interés. Aún así sueño cada noche con el melodioso y rítmico: "Me quiere, no me quiere, me quiere no me quiere..." de una niña que juega en un parque a ser querida por primera vez.

Miró el mural que colgada de su pared: ARJÉ, PHYSIS... Palabras filosóficas que un día tuvieron algún sentido para ella. Sonrió y susurró:

-Tales, estabas loco, loco de remate. Y conseguiste que enloqueciera yo. Aquel libro amarillo con tus palabras, tus razonamientos y tus sinsentidos. Agua. Todo viene del agua. Y si es así quiero ser lluvia, mojar la tierra y hacer que gracias a mí crezca la hierba. Recorrer ríos juguetones hasta llegar a un inmenso y azul océano. Perderme rozando veleros, jugando con los peces y olvidando mi triste y mísera vida anterior.- Paró unos instantes. Pensó y prosiguió muy convencida.- Aunque en realidad siempre he sido más partidaria de esa historia, tal vez absurda del arjé. Si bien es cierto que somos ese "algo" indefinido pero material que nadie puede concretar o describir, quiero ser esa parte mínima e indivisible, y permanecer inmovil mirando el tiempo pasar. Siendo sabia, aprendiendo a razonar, a no juzgar. En definitiva, como una vieja profesora decía: "Es tan importante ser, que hasta para no ser hay que ser algo." Ha llegado el momento de dejar de ser esto para ser aquello. Quizás de ese modo sea feliz, o tal vez todo termine con esta pirueta macabra que es la muerte. Lo que tengo claro, es que no volveré para contarlo.

Y metiendo un pie en el agua templada de la bañera encendió la radio y al son de la música lo dejó caer.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Soneto XIII.


A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!


Garcilaso de la Vega.

La primavera besaba.


La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!


Antonio Machado.

Otro soneto.


Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.


Lope de Vega.

Soneto.


Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;

y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,

contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.

Llevóse el viento el pájaro y mi gloria,
y dejóme el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.


Lope de Vega.

Cómo llenarte, soledad.


Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.


Luis Cernuda.

Recuerdo infantil.


Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.


Es la clase. En un cartel

se reprensenta a Caín

fugitivo, y muerto Abel,

junto a una mancha carmín.


Con timbre sonoro y hueco

truena el maestro anciano

mal enjuto y seco,

que lleva un libro en la mno.


Y todo un coro infantil

va cantando la lección:

Mil veces ciento, cien mil,

mil veces mil, un millón.


Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.


Antonio Machado.

Vainilla y óxido.


Su problema era insufrible. Perdía cada vez que lo intentaba, pero igualmente no dejaba de probar. Hasta aquella noche cuando todo cambió , parecía distinto, tal vez su suerte realmente se trocado en algo mucho mejor, o quizás eran sus ojos de un verde pardo y muy intenso los que hacían de esa situación algo mágico y diferente. Se sintió renovado durante unos instantes, tomó con ganas el fresco aire de las oscuras calles de Madrid, y se dispuso muy seguro de sí mismo a recorrer el camino necesario hasta ella. Era una chica inteligente, alta, guapa y con un cuerpo espléndido. No superaba los 18 y cada vez que se acercaba a decirle algo el perfecto e indiscutible blanco de su sonrisa hacía que perdiera la razón. Solía sentirse idiota, las palabras se hacían una bola inmensa en su boca, y cuando intentaba ordenarlas, como en una protesta contra su amo, salían todas aceleradamente de golpe. Pero tenía la esperanza de que aquella vez todo fuera distinto. La luna estaba llena, y era sábado, por lo que ella estaría en ese pub de la esquina con sus amigas. Esperó pacientemente una, dos, incluso tres horas en esa puerta de la que no salía nadie. Hasta que finalmente su inconfundible cabello de color miel apareció de entre el segurata de la entrada y un grupo de chicas a las que no conocía. Lo único que se oía en toda la calle eran los tacones de aquellas jóvenes y por supuesto sus carcajadas chillonas y escandalosas. No lo pensó demasiado, caminaba a una distancia prudente y no dejaba de mirarla. Era consciente de que ese sentimiento era más que un capricho inocente, había pasado del deseo a la obsesión. Y en cuanto se quedó sola se acercó sigiloso hasta ella, la agarró de la cintura y le dijo:
- Nena, tómate algo conmigo.
Su voz sonaba áspera, y sus pupilas estaban notablemente dilatadas, como si el alcohol y la raya que se había esnifado hablara más que él que su propio cuerpo.
-Lo siento, tengo prisa.- Dijo ella. Y acelerando el paso intentó alejarse de él.
- ¡Eh! ¡¿Quién te has creido que eres para rechazarme, niñata?!.- Estaba demasiado excitado, la ira recorría su cuerpo impidiendo cualquier tipo de razonamiento por su parte. Y al ver el desprecio en la cara de la joven no dudó en sacar del bolsillo las llaves de su casa. Cogió la primera puntiaguda que encontró, y sin darse siquiera un segundo para pensar en lo que estaba haciendo se la clavó en el cuello.
Sólo se pudo oir un leve gemido, y acto seguido un golpe intenso en el suelo. Allí estaba, tendida frente a él. Ciertamente era tan hermosa como siempre había pensado. Pelo largo y rizado, piel de porcelana y ojos negros. Su cuerpo atlético aún estaba tapado por una pequeña falda y una blusa blanca por la cual se apreciaba el tono pastel de su sujetador. La sangre, de un rojo intenso, corría por su cuello, y pudo notar que cada vez estaba más blanquecina. Se agachó y olió su cuerpo lentamente, disfrutando de aquel último momento junto a ella. Vainilla revuelta con el olor a óxido de la sangre. Resultaba excitante esa estampa. Se manchó las manos al intentar levantarle la cabeza, y al darse cuenta de lo que había hecho se fue gritando: -¡No soy un asesino!
Y ciertamente, no lo era, el alcohol y la cocaina actuaron por él. Pero aquel recuerdo latiría por siempre en lo más profundo de su corazón. Fundiéndose con ese olor intenso a vainilla y óxido. El olor de la muerte prematura.

martes, 14 de septiembre de 2010

Hay noches como esta en que...


Hay noches como esta, en las que la añoranza puede conmigo y teniendo tu olor aún revuelto entre mi pelo te necesito hasta puntos insospechados. Entonces me doy cuenta de que el aroma del verano se fue difuminando lentamente, hasta ser imperceptible. Las calles han cambiado su alegre olor a helado de fresa por un espeso y pastoso regusto a chocolate. Y aunque adoro las tardes de invierno, me temo que este no promete demasiado. De igual modo al llegar los carnavales me disfrazaré sonriente, celebrando que otra vez estoy a dos pasos de hoteles con vistas al mar y olor a calamares fritos. Quizás ahora, en noches como esta, el rubor del oleaje esté difuso y suene lejos, en cambio entre forros y cuadernos tengo claro que lo bueno nunca acaba si hay algo que te lo recuerda.

Hay sobre el escritorio cientos cosas que podrían traerme a la memoria instantes a tu lado; Tus rosas, tu cuaderno contando nuestra historia, una caja llena de nuestros billetes de tren... Pero no necesito nada de todo eso para sonreir pensando en tí, pues cada segundo a tu lado late intensamente día a día en mi interior. Se mezcla con mi sangre recorriendo cada milímetro de mi cuerpo, permitiendo que mueva los dedos, las manos, los pies, y que al estar a tu lado pueda reir a carcajada limpia.

Seguramente habrá más responsabilidades que tardes arropados viendo una película despreocupadamente, más noches como esta que de esas en las que juego con tus pies desnudos. Pero no puedo evitar sonreir cuando me percato de que gracias a días de añoranza soy consciente de lo valioso que resulta lo que siento. Porque es suficiente cerrar los ojos y pensar en tí para recuperar la calma. Te quiero.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Mi guión definitivo.


Jamás pensé en las palabras que diría al despedirme, no practiqué frente al espejo un gesto adecuado, ni traté de controlar mis lágrimas. He sido siempre un tipo que prefiere improvisar. Tengo la "loca" idea de que el guión de la vida se escribe sobre la marcha; En ocasiones la tinta falla, otras es el papel el que, cansado de tanta historia decide abandonar... pero aún lleno de borrones, rajas y manchas de tinta, quiero que este pedazo blanco de papel sea el testigo fiel de mis últimas palabras.

A los 15 años a penas comienzas a vivir, a los 18 joven y altanero te consideras el rey del mundo... en cambio el tiempo se encarga de envejecer no sólo tu rostro, sino tu alma. Es en ese momento cuando llega el desaliento, la inseguridad, y ese rudo y seco nudo en el pecho llamado soledad. Entonces deseas correr hacia atrás, dar ese beso que jamás diste, pedir aquella sonrisa que necesitaste con tanta fuerza, incluso borrar de tus labios el reproche que hirió con fuerza a los que te querían. Aprecias tus virtudes, odias tus defectos. Eres, por primera vez consciente de que aquella figura deteriorada, antes tan hermosa y viva, es la tuya... Temes. Lloras. Pero también sonríes y encuentras reposo en tu desdicha. Porque al final del camino, una mano amiga agarrará la tuya dándote, con la última mirada, ese segundo más que tanto suplicaste.

Si bien es cierto que no escribí ni tan siquiera un discurso para este momento, el arado despiadado del tiempo se encargó de sembrar mi frente con sus surcos imborrables, y sé que no habrá un mañana más allá de esta soledad intensa. También yo me sentí desarropado y perdido, muchas noches lloré cuando nadie miraba. Vi crecer a cada uno de los que me rodean, aunque esto en ocasiones supusiera olvidarme de mí para centrarme en los demás. Asumí la muerte de amigos y familiares. Y siempre tuve aliento cuando se trataba de ayudar. Pero ha llegado la hora, me encuentro en el ocaso de mis días. No estoy apenado, no siento miedo, pues sé que mi muerte será el último y más hermoso rayo de sol. Y porque tengo la certeza de que tu mano, amada mía, será la última que rozaré.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Utiliza en la vida los talentos que poseas, el bosque estaría muy silencioso si sólo cantasen los pájaros que mejor lo hacen.


Cantó como si fuera la última vez que lo hiciera. Sintió el aire bajando por su tráquea, penetrando sus pulmones y saliendo fuerte e intensamente al exterior, para formar parte nuevamente de aquella bola inmensa de sonidos que poblaban el bosque. Voló lejos, huyendo de lo que intentaba ser un armonioso canto, pero que más bien se quedó en un chillido desagradable.

Pero, pasado el tiempo comprendió lo silencioso que estaría el bosque si sólo cantaran en él los pájaros que mejor lo hicieran. Voló nuevamente rumbo hacia la rama donde se había sentado en aquella ocasión, y tomando aire otra vez, miró un punto fijo en el cielo azul y silbó. Primero suavemente, después con un poco más de fortaleza, y finalmente, lo hizo todo lo fuerte que pudo. Escuchó en ese instante el eco de su voz. Se sacudió, movió las alas, y se marchó. Pero gracias a ese canto, a esa voz difuminada en el viento... aquel bosque tendría siempre la esencia del pequeño pajarito.

jueves, 12 de agosto de 2010

Quisiera que...


La profesora repartió un folio en blanco a cada uno de sus alumnos y puso en la pizarra:

"QUISIERA QUE ALGUIEN ME ESPERARA EN ALGÚN LUGAR." Aquel era el tema, y todos debían llenar ese papel tan blanco que permanecía apático frente a sus caras.


"Quisiera que alguien me esperara en algún lugar, y que los días grises tuvieran más luz. Me gustaría que mi alma se esfumara por las rendijas, y que no hubiera cárceles para este sentimiento. Quisiera ser libre, jugar a volar, olvidar la caida, y soñar que soy ligera al igual que un pequeño gorrión. Ser grácil como una gacela, sutil como una pantera, y perderme en el profundo bosque de su mirar. ¡Ojalá respirara su aire! ¡Ojalá escuchara su voz! Quisiera que el intenso fuego de su profundo sentir, latiera al mismo tiempo que mi seco corazón. Me gustaría sentirme, por un segundo distinta, llenar aquel cuaderno en blanco de palabras de amor. Y si en algún momento, en cualquier rincón, alguien me esperara, paciente, lleno de luz, me conformaría con saber que ese "QUISIERA QUE..." nunca más arrugaría mi alma. Pero es vano mi pensamiento, lleno de gotas de lluvia tengo el corazón. Y mis ojos, antes cristalinos, tienen ahora otro color. Veo aún más oscuro el gris de esta mañana, como si más allá de esta bombilla no existiera la luz. Mi alma sigue encarcelada por este torpe cuerpo que de nada le sirve. Y caigo de golpe, pues no soy un ave. Y es que el amor, cuando no es correspondido, te arrebata de golpe las alas que él mismo te entregó. Por eso, sólo quisiera que no existiera en el mundo este intenso desamor."

miércoles, 11 de agosto de 2010

Conversación veraniega sobre un césped recién regado.


-¿Sabes? Me gusta ir de la mano contigo en noches como esta.

-¿Y eso por qué?

-Mmm... tal vez porque me tranquilizas, y haces que me sienta menos sola. O quizás porque por un instante puedo imaginarme en una de esas estrellas que tanto brillan, sumida en un profundo estado de paz sintiéndote agarrado a mi cintura.-Hubo durante unos minutos un silencio bastante profundo. Él sonreía y disfrutaba del momento. Ella colocaba las palabras para continuar hablando. -¡Es mejor aún! No se trata de nada de eso... simplemente me gusta porque eres TÚ.

domingo, 8 de agosto de 2010

Marte.


Aquella tarde encontró su pedazo de Marte en el asiento trasero de un coche nuevo. Por un instante no fue capaz ni de oir la lluvia caer tras los cristales... eran ella y él en un planeta aún por descubrir. Luchando por lograr poner los pies en la tierra.

sábado, 31 de julio de 2010

Mi casa del lago y mi cuerda.


Quiero mi propia casa del lago. Una cuerda para saltar al agua, y por qué no la dulce sensación de revivir la tierna infancia. Gritar: -¡Allá voy mundo! y que lo siguiente en oirse no sea ninguna palabra que pueda enturbiar ese momento, sino el sonido de mi cuerpo chocando contra el agua. Sonreir despreocupada haciendo que las piedras tengan por un segundo la capacidad de ser saltarinas, haciendo a su paso hondas más marcadas, o más ligeras. Quiero llenar mi cupo de alegría, y reservar únicamente mis últimos 8 segundos para gastarlos contigo.

Lo sé, lo sé, no tengo nada de eso, ni casa, ni tan sólo una mísera cuerda. Pero esto último sería innecesario sin lago al que saltar. En cambio sé que mi vida es esa casa maravillosa, con habitaciones espaciosas que llenar de felicidad. Rodeada de un jardín verde y magnífico por el que corretear sin preocupaciones, y un poco más allá.... el esperado lago. La esperanza de lograr lo deseado es esa cuerda pendiente de una rama, hay que tener valor para agarrarla con fuerza y zambullirte de lleno sin saber lo que habrá después, pero en eso se basa el éxito: En el valor. En ocasiones resulta imprescindible comprender una serie de normas que el mundo te impone. Cuesta. Es difícil entenderlas. Más aún seguirlas. Pero cuando lo haces te percatas de que a veces hay que dejar pasar lo que uno desea, aunque en ello resida la mayor satisfacción. Porque finalmente para aprender a ganar, es necesario saber perder. Cuestión de decisiones, amigo, duras y complejas decisiones. Aún así, finalmente miras a tu alrededor comprendiendo el por qué de cada una de las cosas que adornan el paisaje, agarras la cuerda, y te aferras a ella porque sabes que sin esa cuerda metafórica que es la esperanza, no tendrías el valor necesario para lanzarte, y mucho menos para... ASUMIR EL ÉXITO.

martes, 27 de julio de 2010

Beso de chocolate.


-Voy a enseñarte a ver através de mis ojos, a partir de ahora podrás caminar con mis piernas, sentir con mis dedos y oler con mi nariz. Te presto mi cuerpo, porque lo más hermoso que hay en mi vida eres tú.

La montura de sus gafas casi ocupaba más parte de su cara que sus ojos llenos de alegría, y toda su atención estaba dividida entre aquel enorme y suculento helado de chocolate, y la figura frente a él de su primo.

-Te quiero.- Le dijo sonriendo. Y sin duda ese fue el te quiero más sincero que he oido jamás. El beso de chocolate impregnado en el carrillo derecho que el pequeño muchacho le dejó como recuerdo lo demostraba.

Reencuentro.


-¡Eh eh eh eh eh eh, no te muevas! ¡Cierra los ojos! ¿Qué se siente cuando te toca una persona que hace meses que no puede acariciarte?


Sonrió dulcemente y le agarró la cintura.


-Te echaba de menos, enana.


Pero aquello sólo sucedió en su imaginación, en la espera silenciosa de un viernes por la noche.

domingo, 25 de julio de 2010

El proceso necesario.


Thomas Edison hizo 2000 experimentos hasta inventar su "lamparita". Un joven reportero preguntó por qué tantos fracasos. Edison respondió: -No fracasé ninguna vez. Inventé la lamparita. Pero fue un proceso de 2000 pasos.

lunes, 19 de julio de 2010

Batido de chocolate.


Como una gata silenciosa olisqueaba el cálido aire que entraba por la ventana de su habitación. Cada noche repetía la misma operación, una y otra vez. Agudizaba el oido, la vista e incluso se volvía un poco más grácil y sencilla al caminar. Dejaba de lado cualquier cosa, y entre el misterio y la oscuridad de la noche se dirigía con calma e inocencia en busca de un agradable y refrescante... BATIDO DE CHOCOLATE. Me encanta contemplar este proceso: ella juguetona recorriendo el pasillo de su casa, de puntillas, con el pelo recogido, silenciosa y con la lengua fuera, como si al final de su camino se encontrara... el más preciado de los tesoros.

domingo, 18 de julio de 2010

Alas blancas.


A veces siento nostalgia, otras en cambio doy gracias porque te fuiste. Y con la llegada del calor resulta imposible no recordarte, aún procurando sacar toda la fuerza que hay escondida en mí. En noches como esta añoro tu sonrisa, y cada dos segundos miro el movil en busca de un mensaje tuyo diciendo que sólo te apetece estar conmigo. A veces continúo inmersa en mis pensamientos durante horas, otras en cambio, soy incapaz de pensarte. Siento decirte que este "proceso de desintoxicación de tí" no está resultando. Aún te echo de menos y sigo creyendo que soy un poco menos yo desde que no estás aquí. Pero la vida me ha dado grandes cosas, y soy de ese pequeño porcentaje de personas que creen que nada ocurre sin ningún motivo. Te marchaste, tenías que hacerlo. Y volverás con el triste color del otoño y el suave sonido de las hojas al caer. Pero estas Alas Blancas, cariño, no adornarán tus noches solitarias, tus sonrisas vacías o tus sueños más profundos... porque incluso los ángeles se cansan de esperar.

sábado, 10 de julio de 2010

Mesa para dos.


De nuevo sonaba en la minicadena esa canción de Sabina. Otra vez podía oler con total claridad la comida de cada sábado, paella. La preparaba meticulosamente añadiendo paso a paso cada ingrediente que ella utilizaba. A pesar de que el condimento que más deseara fuera tenerla a su lado. Así parecía engañar a su alma. Ponía la mesa con dos vasos, dos platos, dos tenedores, e incluso comida para dos. Pero siempre comía solo. Hablaba con la silla que había colocado estratégicamente frente a él, imaginando que en ella estaba la alegre y ansiada figura. En cambio allí sólo podía encontrar aire. Un aire malévolo que le engañaba, un aroma casi idéntico al de su paella, y un vacío inmenso sin su sonrisa. Cuando acababa recogía y fregaba sin demasiada gracia aunque canturreando en algún momento la primera canción que se le pasaba por la mente. Y así finalizaba un sábado, para enfrentarse a otro áspero y hueco domingo.

-Odio los domingo, Margot. No me aportan nada. No sé a ciencia cierta si son el primer día de la semana, o el último. No apetece salir, y quedarse en casa es una condena... ¿Para qué sirven entonces esos odiosos días?

Dijo como hablando con esa mujer que sólo él podía ver. Y ella pareció darle una respuesta que le hizo sonreir.

-Tú siempre tan alegre...

Sonrió, se giró para abrazarla sin percatarse de su ausencia. Y entre engaños y miradas vacías sin un destino fijo, voló su esperanza en un asiento de clase media del avión de su imaginación. Al menos por ese domingo.

martes, 6 de julio de 2010

Historia de una estación.


Bajó aquellas escaleras sonriendo, el próximo tren la llevaría a su nuevo piso. Un ático con vistas a un parque con muchos árboles y lleno de vitalidad. Llevaba colgando del hombro derecho un maletín azul oscuro, en la mano una maleta a juego y en con la otra sostenía el billete. Tenía el pelo recogido en un moño deshecho del que se escapaba algún mechón que otro, rizado y rubio. Destacaban con el moreno de su piel y su ropa desgastada. Un pantalón tejano prácticamente roto por todos los lados, una camiseta roja con un hombro caido y un sujetador negro. Estaba nerviosa y totalmente ilusionada. En su espera (llegaba una hora antes) descubrió a un hombre de unos 30 años que no paraba de leer. Parecía despreocupado y estaba sentado esperando, al parecer, el mismo tren que ella. Un sombrero de paja tapaba todo su rostro, y sólo pudo leer el título de aquel libro: "Perdona si te llamo amor." Le llamó la atención que un hombre de su edad leyera ese tipo de novelas, pero dejándolo pasar se quedó allí de pie esperando la llegada de su nueva vida.
En cambio el misterioso hombre del libro y el sombrero de paja tenía la mente demasiado lejos como para comprender una sola palabra de aquellas hojas. -"Asique me deja, se va con un niño de 20 años, sin más. 7 años juntos para esto..."-Pensó. Tomó aire y tras calmarse murmuró en voz baja: -Siempre ha sido una zorra....
Agarró su libro nuevamente para retomar una lectura que sabía que no había comenzado en realidad. Allí se contaba la historia de una niña enamoradiza que se vuelve loca por un hombre que le dobla la edad. Se lo había comprado porque pensó que tal vez así comprendería por qué su novia le había dejado sin dar explicaciones. Y por qué después la había visto de la mano con un chaval que aún tenía granos. Frente a él había una chica pelirroja, no era demasiado guapa, pero parecía inmensamente divertida. Por primera vez desde que Laura le dejó, había sido capaz de sentirse atraido por otra mujer. Llevaba meses saliendo por sitios en los que nada le parecía bien, ninguna chica era de su "estilo" y lo que es peor, su autoestima había quedado tan destrozada que no tenía valor para hablar con ninguna. Pero esta vez sería diferente. Se levantó y sonriendo se sentó a su lado.
Silencio. Un par de risas. Silencio. Pasos a lo lejos. Silencio. Eso era todo lo que se oía en aquella fría estación de tren. En cambio Pablo, un joven estudiante de fotografía se sentía allí mejor que en ningún lugar. Colgaba de su cuello una cámara bastante buena, negra, con una pegatina verde flourescente en un lateral. Se puso a capturar imágenes de esa chica tan atractiva que estaba recostada sobre un cartel de publicidad, de aquel hombre del sombrero de paja que sonreía constantemente mientras hablaba con una mujer pelirroja, incluso de esa chica tan delgada que estaba sentada sobre su maleta azul y que se le antojaba esperanzada. Le parecía que todos tenían una historia que contar, algo nuevo, diferente, lleno de luz y felicidad aplastante. Sonrió y agarrando la cámara le dijo bajito: -¡Qué pena que aún no puedas capturar sus pensamientos! Al terminar de decir esto llegó el tren y en él se marcharon las risas, los pasos que sonaban tan lejanos, e incluso el silencio.

lunes, 5 de julio de 2010

Necrológica.


En su necrológica sólo se habían escrito palabras intensas que dibujaban con tesón y firmeza lo que aquel hombre nunca llegó a ser. Un tipo gris, anodino y tal vez demasiado vacío había sido descrito por última vez con hermosos adjetivos. Más bien había sido reinventando.

Su cuerpo sin vida se encontraba allí expuesto, como en un escaparate. Siempre me pareció cruel dejar al aire libre un cadáver de esa forma, mostrando lo frágil que es en ese momento, dejándole indefenso frente a un mundo que ya no es el suyo. Nunca fue amable, divertido, alegre, dulce, antento o cariñoso.... En cambio todo cambia con una buena necrológica. Porque... ¿cómo describir a un pobre hombre resumiendo su vida a un triste caminar sin música de fondo? Al leer aquellas cinco líneas que le habían dedicado parecía ser maravilloso. Lástima que al conocerle los resplandecientes destellos dorados se trocaran en óxido puro.

Volví a leer aquellas líneas a conciencia, para ver si entre ellas podía encontrar algo de cierto, un mínimo indicio de sinceridad. Y siendo consciente de que hacerlo sólo lograría entristecerme no controlé mi curiosidad:


Hoy, 5 de Julio del 2010 ha muerto Mario, un hombre sencillo pero siempre sonriente, atento con todos aquellos que le habían dado su apoyo en los malos momentos, caballeroso, constante, educado y soñador. Siempre deseó ser un poco más fuerte, y esta noche, al fín, cerró los ojos armándose de valor para poder volar alto en busca de su verdadera libertad.



Rompí ese papel con toda mi rabia y en un arrebato de ira lo tiré sobre el cuerpo aún caliente del hombre que un día se fue de casa dejando a mi madre sumida en una inmensa depresión. El mismo al que yo debería llamar papá. Y recordando lo poco que dejó en mi vida, y el vacío que siempre hubo en la suya, salí de aquella Iglesia sin mirar atrás.

viernes, 2 de julio de 2010

Para Saúl.


Hoy aprovecho mi nueva entrada, no para contar una historia como las que suelo narrar meticulosamente, sino para hacer un puñado de cosas de mayor importancia:

La primera desearte suerte, cariño, en ese examen que te queda y que sin duda pasarás sonriente.

La segunda, (no por ello menos importante) quiero que pienses en mí con cada pasito que des entre los bosques gallegos, porque al final del camino estaré yo, sonriendo y pensando en tí, como siempre.

Finalmente me gustaría darte las gracias por todas las cosas que haces, has hecho y harás por y para mí, porque no sé muy bien si lo merezco, lo que sé a ciencia cierta es que lo tengo.... TE TENGO. Y es realmente maravilloso despertarme sabiendo que en algún rincón del mundo tú pensarás en mí.

Te necesito.
P.D: No te quites importancia, ni a tí ni a tus actos, porque sabes sobradamente que mereces una entrada muchísimo mejor de la que te estoy dedicando. Igual que sabes que pronto la tendrás.

sábado, 26 de junio de 2010

Cuerpo y alma.


Como el recuerdo del juego alegre y despreocupado de un niño, como una piruleta aún sin estrenar, como la esperanza del que sueña. Como una palabra olvidada llena de significado, como un silencio profundo capaz de calar los huesos.... como lo que fuí, lo que soy y lo que seré. Igual que aquella vieja frase: "Es tan importante ser, que hasta para no ser hay que ser algo."
Como la sabiduría de tantos eruditos del pasado... igual que todo lo efímero mi cuerpo se irá. Pero mi alma jubilosa permanecerá para siempre.

El poema más bello del universo.

Palabras que se pierden, que se mezclan con el clamor de los vientos y el suave roce de las hojas que se marchitan y caen con el otoño. Palabras dulces, otras amargas. Palabras a fín de cuentas. Sólo eso. Un sucio papel arrugado que queda tendido sobre el suelo, olvidado en la tristeza de pensar que fue escrito para nada, por una mano inútil que no dice más que tonterías. Sucumbiendo a la evidencia de que aquellas palabras claudicarían con el tiempo, me marché de ese frío y triste lugar. Dejando atrás la pintoresca imagen. Sintiéndome como el viejo papel mojado por la lluvia que moldea su forma por el ulular del viento. Caminando sobre el mismo césped que sirve de cama al que un día fue el poema más bello del universo. Sabiendo que su hermosora, aún estando en el olvido, jamás desaparecerá del alma de aquellos que pudieron contemplarla.

miércoles, 23 de junio de 2010

Espuma.


Contemplé de nuevo ese curioso modo de bostezar que tiene el sol. Aquí, junto a la playa el tiempo parece pasar más lento. Quizás sea el olor a sal, o tal vez se trate de la paz que se siente al cerrar los ojos. Y recuerdo aquella frase: Después de la ola sólo nos quedó la espuma. Así fue, querido amigo, así fue. Rugió fuerte el mar llenando el corazón de esperanzas, y un choque con las desgastadas piedras fue suficiente para frenar la velocidad de aquel agua cristalina. Y finalmente, las burbujas blancas llenaban la tierra arrastrándose suavemente, besando con pasión la húmeda arena, despidiéndose ligeras.

Recuerdo tus ojos, pero ya olvidé su color. Y quizás si te tuviera en frente faltarían en tí todas aquellas cosas que yo imaginé que tenías. Espuma, sólo eso. Como el agua del mar rompiendo, como el aire caliente del sur luchando contra la brisa gélida del norte, como los polos opuestos que se enfrentan bravamente en una pelea constante por mantenerse alejados.... como tú y como yo, cariño, como los dos.

En cambio algo de tí nunca se marcha: el sonido de tu risa. También esto podría compararlo con el oleaje, pero esta vez al romper contra las rocas esa espuma que me dejaba la carcajada, es el olor de tu boca, dulce y juguetón recorriendo cada rincón de mi ser. No se trata de algo efímero que se desmorone como un castillo de arena hecho en la costa por un niño, ya que este lo derrumbará el mar, pero un recuerdo.... nadie ni nada puede borrarlo.

Recuerdo de tí cosas dispares. Algunas con total claridad. Otras, en cambio, de forma borrosa e imperceptible. Todas se enfrentan en la corriente continua de mi mente, luchando por impregnar mi cerebro refrescando mi memoria. Batallando, a fín de cuentas, por agarrarse fuertemente a mí para no marcharse nunca. Pero, del mismo modo que es lo más hermoso ver esa espuma adornando la playa, el recuerdo que queda como una huella ligera, es también un dulce y tierno paisaje en el ventanal de la vida.

martes, 22 de junio de 2010

California.


Prometí escribirte dos canciones, tratando como siempre, de ocultar mis emociones. Pero sabes que la música no es lo mío. De modo que quizás abrir la boca y tomar este aire rudo y ardiente como aquel de California, resulte suficiente para recordar tu sonrisa, y tal vez así logre hablarte de lo que nunca te dije, o susurrar junto al viento sentimientos que hace tiempo enterré. Creo que es más posible que ocurra lo contrario, y nuevamente piense que es inútil alzar un grito lleno de júbilo y esperanza, pues sé, a ciencia cierta, que ni el sol dorará mi piel como aquel verano, ni tus ojos encontrarán el rincón perfecto aquí junto a mi alma.

Había escrito meticulosamente un final para esto nuestro que acabó por ser totalmente distinto al que tuvimos, con sus miradas melancólicas deseando que aquella despedida fuera un HASTA LUEGO, y no un ADIOS, sus juegos de manos tratando de memorizar el tacto de la piel del otro, y finalmente aquel vació silencioso y molesto llenando el alma. En cambio la oscuridad de la distancia roció de nauseabundo dolor nuestra perfecta despedida, y aquellas palabras dulces se trocaron al final en fuertes y crueles golpes en la cara.

Pero al concluir esta, como todas las historias, puedo decir que siempres nos quedará California.

domingo, 20 de junio de 2010

Colores.


-Vaya.-Dijo la chica en voz alta pero sin esperar ser oida, con aquel tono risueño y divertido, mientras trataba de recoger su pelo en una coleta.-De modo que aquí es....

Y el silencio ocupó aquel instante, siendo únicamente interrumpido por el sonido del viento que jugaba con el fino y delicado mechón que se escapaba escurridizo de entre su peinado.

Agarró su maleta con fuerza, pero sin poner cara de esfuerzo, y subió las escaleras con desdén. El rojo pasión de sus labios los resaltaba aún más, y sus ojos de un negro azabache jugaban intrigados con cada rincón del lugar.

-Azul. Si tuviera que definir este sitio con un color diría sin duda.... azul. -Cuando viajaba solía pensar en colores, clasificaba cada rincón del mundo con uno diferente, y después hacía una lista. Había morado que simbolizaba la felicidad, y dentro de él unas 15 tonalidades distintas. El verde, representando la esperanza, tenía en su interior verde musgo, verde hierva, verde azulado, verde pistacho.... estaban también el rojo, el rosa, el naranja, el amarillo... y así un sin fín de colores que después le servían para recordar lo que sintió en cada lugar. Pero aquel era sin duda, un azul marino, casi negro. No podía clasificarlo como azul claro, pues la lluvia empañaba aquellas exóticas vistas, pero tampoco quería bajarlo de nivel hasta un gris que solía resultar anodino y decepcionante. De modo que abrió el estuche y rodeó el nombre de la ciudad con una cera azul casi sin estrenar. -Ya puedes agradecérmelo, pueblo, el azul no lo utilizo casi nunca. Tranquilidad y paz, eso significa. Quizás lo tuyo sea más un marrón... ¡y bastante oscuro y apagado! pero bueno, me traes buenos recuerdos. -Hizo una parada, respiró, y continuó con su discurso. - Además tu aire es puro, me vendrá bien estar aquí unos cuantos días.

Había colocado su maleta, la ropa en aquel viejo armario, los peines en el cajón, la colonia, el gel.... todo estaba en orden. Todo menos ella. Cerró los ojos con fuerza y al hacerlo el rimel le manchó el pómulo derecho.

-¡Mierda! Asique tranquiladad... sí... eso pensaba. -Se lo quitó como pudo y se marchó buscando un poco de aire fresco.

En el fondo era una chica alegre, solía reirse incluso de las catástrofes que le pasaban, y cuando las cosas iban mal abría la lista y elegía un color. Aquella vez había tocado innovar porque ya estaba cansada de visitar siempre los mismos lugares, bueno, en este caso los mismos colores. No le gustaba tener una idea preconcevida de ninguna de las cosas que sucedían en su vida. Iba al cine pero nunca leía la crítica de la película antes de verla, compraba ropa pero iba sola para pensar sólo en si a ella le gustaba, escribía en un diario con la esperanza de publicarlo, y tener así un libro a los 19, pero sabía que jamás saldrían a la luz sus insulsas palabras. Antes solía dibujar, cualquier cosa, igual un paisaje que la sonrisa de un niño. Siempre había pensado que el arte consiste en hacer a la persona que lo ve estremecerse. "No importa lo bien que lo hagas, sino lo que con ello logres transmitir." Y con esa frase en la mente intentaba vivir. Pero hacía tiempo que sus dibujos se habían emborronado y permanecían encerrados en un sucio y triste cajón.

Sus pies la llevaban lejos, y el sol jugaba a ocultarse poco a poco, iluminando la tostada y tersa piel de aquella joven. Se sentó en un banco de madera lo bastante lejos de la gente como para poder pensar, pero a su vez lo suficientemente cerca de la vida como para no sentirse sola. Cerró los ojos y pensó que debería volver a pintar, quizás aquellas vías de un tren que no volvería a pasar, o las casas que se encontraban en lo alto de las montañas... simplemente dibujar. Compró en una tienda un par de folios y un lapiz, y allí, frente a la nada comenzó a dejarse llevar. Podía plasmar en ese papel una multitud, o la soledad más aplastante, el claro rayo de luz que entra por la ventana, o la oscuridad silenciosa que se come implacable la claridad. En cambio tuvo una idea que le agradó más. Dibujaba insaciablemente un cielo del azul más claro que había visto, y unas nubes esponjosa que lo adornaban cautelosamente. Procuraba lograr la cantidad exacta para que no resultaran excesivas, ni demasiado excasas. Y allí lo tenía, frente a sus ojos, un pequeño rayo de luz colándose entre las nubes, el último rayo de luz, que se despedía del mundo durante unas horas, para dar paso a la más clara e inmensa luna. Escribió con el grafito desgastado una frase al pie del dibujo, su nombre y la fecha de aquella tarde. Lo dobló cautelosamente y se marchó rumbo a casa, en busca de la maleta, puesto que allí ya había encontrado lo que necesitaba.



Ha pasado el tiempo. 15, incluso 20 años, y aún se lee en ese papel: " Finalmente supe que en cualquier rincón del mundo, por lejos que esté de tí.... puedo encontrarte." Porque, efectivamente, eso encontró en aquel solitario banco de un pueblo remoto entre las montañas de España... un pedazo de la esencia de aquel muchacho al que tanto quiso.

martes, 8 de junio de 2010

flor de la muerte.


-Es una niña.-Dijo el médico.

Y el silencio se hizo aún más rudo e incómodo. En aquel país era complicada la supervivencia. La dolorida madre miró a su izquierda, y vió a su marido que contemplaba un punto en la inmensidad con cara de desaprobación. Situó esta vez sus ojos a la derecha, y contempló la desencajada cara de la comadrona. Le llegó el olor a putrefacción, recordó su infancia, y no quiso aquella vida para su hija.

-Que le den la flor de la muerte.-Pronunció por primera y última vez después del parto.

Y esa fue la última imagen que pudo ver de su hija. Aquella piel morena, esos ojos de un negro intenso, casi azabache, y el gesto inocente del que no se preocupa por nada.

A lo lejos, simplemente pudo oir un llanto profundamente doloroso. Y poco después le comunicaron que había muerto.

-El veneno es rápido e implacable. Sufrió pero es mejor así.

Y con aquellas palabras todo terminó. Sólo quedaba esperar la llegada de un niño.

viernes, 4 de junio de 2010

El cúmulo esperado




La vida es un cúmulo… un cúmulo de sensaciones, de vivencias… un cúmulo de desgracias y alegrías… un cúmulo que en ocasiones tenemos la fortuna de vivir y disfrutar junto a quienes más queremos.

Cuando he ido avanzando en mi camino, me he dado cuenta de que había alguien sobre mí… en un hermoso cúmulo, iluminado por su rostro, que me tendía su mano para ir en su compañía descubriendo nuevos horizontes, marcando nuevas metas y aprovechando nuevas oportunidades.

No dudé en agarrar esos delicados dedos, que me alzaron y me alejaron de la fría ciudad a un clima cálido y acogedor, donde de su lado he podido aprender y he logrado encontrar lo que unos llaman y otros denominan la felicidad.

Pocas son las palabras que se pueden necesitar para describir un sentimiento que, reflejado en unos ojos tan hermosos no pueda ser descrito con esa viva imagen.

Por su parte, en una conversación que tuvieron, él la dijo, intentando reflejarlo de algún modo:

“Yo tendré que llevar el peso durante una vida de ser dueño de mí mismo, pero me gustaría que tú fueras la cuidadora que me ayudase a levantar parte de esa carga”



sábado, 29 de mayo de 2010

:)


-¿De qué color es un sentimiento?-Preguntó él.
-Si es amor, del mismo que tus ojos.-Contestó ella.
Y no hubo nada más que añadir, porque efectivamente, buscaba ese color, el del amor, el de sus ojos.

viernes, 21 de mayo de 2010

Bienvenida...

Había esperado su llegada nueve largos y duros meses, pero al fín podía tocar su cuerpecito. No era como las demás, pesaba menos de lo que debería y sus rasgos dejaban entrever los problemas de una vida aún por dibujar. Pero agarró su diminuta mano y mirándole a los ojos susurró con la dulzura de una madre: Bienvenida pequeña, será dificil, pero yo estaré contigo.

jueves, 20 de mayo de 2010

He...

He comprendido el significado oculto de cada palabra. He logrado leer entre líneas lo que en realidad quisiste decir. He olvidado mis recuerdos en una parada de autobús. He dejado escaparse un rato a mi alma, y ha regresado más fuerte, más libre. He soñado con el agua cristalina y su tímido oleaje. He pensado en tí. He logrado olvidarte. He tenido miedo.

Libertad




Abrí nuevamente aquel libro viejo y desgastado, de pastas duras y prácticamente desencuadernado. Lo hice porque otra vez sentí mis dientes tiritar de miedo, miedo a ser libre.
Allí estaba yo, frente a esa multitud que antes parecía diminuta, contemplando cómo la gente paseaba de un lado a otro sin reparar en mí, cuando de entre las hojas salió un papel escrito con mi letra años atrás: "Toda libertad alcanzada se debate siempre entre dos sentimientos opuestos: la satisfacción por lo alcanzado y el miedo a disfrutar lo ya conseguido." Y nunca le habría podido otorgar tanta razón a aquellas palabras.
Había anhelado ese momento toda una vida: sentir el aire y el olor del césped entremezclándose y jugando con mi pelo, ser algo más que un individuo para el mundo, SER LIBRE. Pero en ese instante no era capaz de definir la libertad, y siendo más sincero podría decirse que añoraba mis "barrotes". Me resultaba curioso saber que había logrado en mi vida todo lo que había llegado a desear: tenía un trabajo agradable, ganaba bastante dinero, podía viajar de vez en cuando, y ahora era libre. Cualquier persona habría dicho que lo tenía todo para ser feliz. Pero yo contemplando mi triste figura veía en mi reflejo sólo un despojo. Mis ojos no brillaban con ilusión como hacía años, había perdido la fé, y no sabía disfrutar de un buen helado de limón como cuando era niño. Me había limitado durante demasiado tiempo a amoldarme a una vida que no deseaba.
-"De modo que esto es la libertad"-Pensé-"Creer que puedes hacerlo todo y no desear hacer nada."
Comencé a leer y aquellas palabras me recordaron una vieja lectura. Se me vino a la cabeza aquel joven pastor que vendió sus ovejas para irse a Egipto en busca de su tesoro, para cumplir su Leyenda Personal. Y sonreí haciendo memoria porque pude disfrutar una vez más de su mejor frase: "El viento trae a los moros, pero también el olor del desierto y de las mujeres con velo." Entendí esas palabras de una forma distinta aquella vez. Ahora eran para mí una explicación metafórica del rechazo que se tiene a lo que no nos gusta, obviando que en muchas ocasiones trae cosas que nos hacen la vida más sencilla.
Leí, leí durante horas. Perdí el sentido del tiempo y cuando quise darme cuenta era de noche. Nadie me esperaba en casa. Nadie escucharía lo que tenía que contar sobre aquel libro. Pero al menos podía decir que yo era libre. Y la libertad, aún sin saber definirla, debe de ser siempre algo bueno.

Al menos eso es lo que dicen.


P.D: He utilizado un fragmento del Alquimista de Paulo Coelo, y una cita cuyo autor desconozco.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuentos para no estar triste:


-Ahora cierra los ojos.-Comenzó ella.-Imagina que estás en una playa con la arena más blanca y fina que has visto nunca. Caminas descalzo con un zapato en cada mano, y sientes la brisa acariciando tu piel. Eso te hace sentir vivo y un poco más ligero, como si pudieras dejar atrás el peso con el que has cargado durante tanto tiempo. Te paras a contemplar el punto en el que el mar y el cielo parecen unirse, a la vez que juegas con los dedos de los pies a acariciar la arena. Puedes ver a las gaviotas siendo cómplices del agua en la que buscan peces para alimentarse. Eso te calma. Las olas rompen contra las piedras como si intentaran gritarle al viento una historia que nadie puede comprender, y subido en una de esas rocas hay un pescador. Piensas que ningún pez picará en su anzuelo, y que es ridículo sentarse entre las imperfecciones de lo menos hermoso de la playa... ¿por qué intentar pescar pudiendo pasear despreocupado? Entonces recuerdas aquel propósito que te hiciste hace tiempo: CORRER CADA MAÑANA. Y sientes que no hay mejor lugar para cumplirlo que esa playa tan solitaria. Así lo haces. Corres deshaciéndote del sufrimiento, logrando ser lo que siempre has querido, y dejando atrás con cada pisada lo que no te gusta de tí. Respiras de ese aire que limpia los pulmones, y sientes por primera vez en mucho tiempo paz, felicidad, tranquilidad. Porque has encontrado tu esencia, lo que en realidad eres, entre las mismas gaviotas de siempre, que buscan a los mismos peces una y otra vez, el mismo paseo marítimo rojo y blanco por el que la gente pasea cada día con prisa y sin apreciar el paisaje, aquel hombre que piensa que pescará pero nunca lo hace, y las mismas rocas pasivas que se dejan mojar por el agua del mar que jamás para el rápido y fugaz curso de sus corrientes. Te das cuenta de que ni las gaviotas son las mismas, ni el sonido del aire ulula con la misma fuerza, ni el pescador es tan conformista. Por una vez vas más allá, imaginando la historia de aquellas aves, queriendo volar con ellas y sentir el agua en la tripa, para remontar más tarde el vuelo con sutil agilidad. Deseas sentarte en la roca, tirar la caña y esperar horas y horas frente a un mar que no se calma. Te encantaría fundirte con el viento para aprender a escuchar esas historias que sólo el mar puede contarle. Y por un instante eres un poco de todo eso. Eres un pequeño rayito de sol calentando la arena, y el miedo de un pez que se siente acorralado nadando hacia el fondo del mar. Eres la última gota de sangre del único animal que picó en tu caña. Eres una pisada en la arena que de algún modo jamás se borrará.-Y con estas palabras terminó su historia. Colgó el teléfono y deseó que se hubiera dormido. Porque simplemente se lo merecía.

domingo, 2 de mayo de 2010

secretos de amor.


Besos, caricias, calor. Y aquella sensación de no entender por qué eso estaba mal. Se tumbó en su cama y le vio sonreir como antes, con esa cara de ángel que jugaba a ser fuerte dando patadas a cada miedo que tenía. Le sintió junto a sus brazos y olvidó lo complicado que resultaría amarse por un momento. Sus ojos cuidaban dulce y tiernamente cada rincón de su cuerpo, y poco a poco se deshizo de lo poco que le quedaba de ropa. Acariciaba su cara, intentando memorizar el tacto de su piel por si esa era la última vez que le tocaba, y sintió ganas de gritar y parar el mundo durante un instante para estar únicamente a su lado, para ser uno y no separarse jamás. Entonces él tocó su cintura y supo que lo hizo como cuando se conocieron, con miedo a equivocarse y felicidad de estar disfrutando de ese momento. Miedo, porque debajo de su cuerpo adulto y sus ojos impenetrables estaba el dolor de cuando ella se marchó. La herida aún no estaba cerrada, y jugar a aquello era demasiado peligroso.
-Me gusta el riesgo si es tan dulce como sus labios.-Pensó él.
Ella, simplemente cerró los ojos y se dejó llevar. Porque desde luego, aquello no era para nada malo.
Aquella noche soñó con volar lejos, y contemplar la forma en que dormía, revuelto entre las sábanas que horas antes tapaban sus cuerpos desnudos.
Después le recordó tapado únicamente por su albornoz, y sonrió pensando en su peculiar forma de agarrar sus caderas para impedir que se fuera. Sus furtivos juegos de miradas cuando se encontraban en cualquier momento, rodeados de gente que no tenía ni idea de aquello que sentían, de su pequeño secreto de amor, le enloquecían... porque en realidad... simplemente él la hacía enloquecer con una de sus miradas.

martes, 27 de abril de 2010

Aún sabiendo a despedida.


Hielo, hielo derritiéndose en un verano furtivo, como los besos que se dan aún sabiendo a despedida.
No importa si esta vez será la última, porque nuevamente esto será aquello, como en un viejo poema arrancado de algún libro. Y entonces las sonrisas recuperarán el valor y el sentido. No faltará el aliento, sobrarán las palabras. Porque esta vez no hay hueco en esta cama para las despedidas, sólo cabe un delgado y tímido: Me quedo para siempre.

domingo, 18 de abril de 2010

La importancia de un simple gesto.


La luz de su alma se apagaba lentamente, parecía como si el hilo de la vida estuviera a punto de cortarse. Estaba allí, sentado como cada domingo en la esquina del primer banco, y tres asientos más allá había una niña rubita, de unos tres años que bailaba al compás de la música con la vitalidad del que tiene toda una vida por delante.
Aquel hombre añejo permanecía postrado en una silla de ruedas desde hacía demasiado tiempo y tenía en las rajas de sus manos escrita la historia del que sufre. Sus ojos transmitían fuerza, vivacidad y esperanza aunque su cuerpo hubiera dejado de seguir el acelerado ritmo del mundo. Parecía no poder hacer nada más que respirar y padecer lo que le quedara de esta vida. Habían agujereado su tráquea, seguramente con la finalidad de facilitar su respiración, y no tenía mucho más que aquel metálico aparato al que estaba atado desde la operación. Sus zapatillas verdes de un tono más oscuro que el lluvioso día de invierno en el que se encontraba, hacían juego con la manta que le cubría las piernas, y aunque cada domingo se dormía escuchando las canciones y las charlas que ya poco podían importarle, esa mañana fue diferente. Era cierto que carecía de fuerza física, pero al ver aquella niñita juguetear en los brazos de su madre, con el cabello rubio, y una sonrisa que podía iluminar el mundo entero, sacó el valor necesario y le tomó la mano. Acercó su joven cuerpo al suyo y con cautela besó su frente. Parecía estar dándole con ese gesto la fuerza que necesitaría en su caminar, la esperanza justa para vivir, y la confianza precisa para dar cada paso con firmeza. Llamaba la atención el contraste de la ternura de la piel de aquella niña con las marcadas arrugas de él. Pero algo en ellos era igual... ambos tenían la esperanza más grande que jamás hubieran visto. Y aunque la vida desgastada de ese hombre se marchitara poco a poco, siempre formaría parte de la que aún tenía que estrenar aquella niña.

sábado, 17 de abril de 2010

Imprescindible.


Me miró con su sonrisa burlona y parecía tener claro que era para mí algo imprescindible. Me dieron ganas entonces, de aclarar que si de algún modo lo era... más se parecía a la primera bocanada de aire de un bebé, que le abrasa la tráquea y los pulmones al mismo tiempo que le da la vida, que a cualquier otra cosa. Pero me callé, dejando que aquel pensamiento se fundiera con el aire del invierno.

lunes, 5 de abril de 2010

como una nube esponjosa se funde con el azul del cielo...


Con las uñas pintadas del color más llamativo que encontró se encendió un cigarrillo, lo fumó léntamente aunque tuviera prisa. El aire golpeaba su cara y ella le devolvía una bocanada de humo. Su pañuelo rojo, conjuntado con la falda de tubo y los tacones, se movía por la velocidad del coche.
-París.- Pensó con el cigarro en una mano y agarrando el volante con la otra.- No, no, no, quiero playa... ¿Italia?
Y las gafas de sol tapaban sus cristalinos ojos del color del mar, pero no las ganas de emprender un largo viaje rumbo a la nada. Era, quizás, demasiado niña para fumar, y demasiado adulta para soñar. Pero no tardó demasiado en perderse por la carretera como si se tratase de una nube esponjosa que se funde con el azul del cielo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Podría.


Podría contarte en esta ocasión aquella historia que siempre quisiste leer. Recitarte verso a verso tu poema favorito. Darte el beso que no te dí esa vez. Contemplar junto a tí el anochecer que dejé olvidado tras el cristal. Pedirte que sueñes. Seguir soñando. Amarte. Olvidarte. Y en cada decisión, en cada historia, en cada una de las palabras que yo pueda pronunciar, en las pequeñas pausas para recobrar el aliento, en cada punto y final, volveré a equivocarme.
En cambio olvidaré esa historia, dejaré que el viento se lleve lejos los versos que algún día te leí, rozaré tu esencia sin llegar a tocarte, sólo querré ver la noche de tu mirada. No soñaremos pues no será necesario. Olvidaré el significado del olvido, y perdido en tus recuerdos no haré más que amarte.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Nunca acaba


A veces es bueno subir el volumen de la minicadena, poner aquella canción que tantas veces habías cantado el verano pasado y bailarla de nuevo recordando cada momento que pasaste gracias a ella.
Cien mensajes a los cuarenta principales para que llegara a ser número uno, intentando mantener en lo más alto el recuerdo de lo que te llegó como la ráfaga de aire caliente en el más dulce de los veranos. Y como todo, el tiempo juguetón, borró de forma veloz la melodía que canturreabas.
Quiero que esta vez sea distinto. Voy a cerrar los ojos, meteré la mano en la fuente de los deseos y robaré una de esas monedas que otro iluso tiró. Tendré fé y pediré que suene para siempre el ritmo de aquella canción. Voy a bailar hasta que se me rompan los zapatos, y cuando lo hagan continuaré haciéndolo sin ellos. No los necesito. Únicamente seguiré el compás de la música, y volveré a mis recuerdos. Pienso cerrar los ojos tan fuerte que nada ni nadie pueda abrírmelos nunca más. ¡DEJADME SOÑAR! Y cuando nadie recuerde la letra, cuando nadie mueva las caderas al son de su melodía, cuando a nadie le interese perder sus tacones nuevos bailándola, yo volveré a cantarla, bien fuerte para que todos me oigan, porque, como dice un buen amigo mío: LO BUENO NUNCA ACABA SI HAY ALGO QUE TE LO RECUERDA.