sábado, 29 de mayo de 2010

:)


-¿De qué color es un sentimiento?-Preguntó él.
-Si es amor, del mismo que tus ojos.-Contestó ella.
Y no hubo nada más que añadir, porque efectivamente, buscaba ese color, el del amor, el de sus ojos.

viernes, 21 de mayo de 2010

Bienvenida...

Había esperado su llegada nueve largos y duros meses, pero al fín podía tocar su cuerpecito. No era como las demás, pesaba menos de lo que debería y sus rasgos dejaban entrever los problemas de una vida aún por dibujar. Pero agarró su diminuta mano y mirándole a los ojos susurró con la dulzura de una madre: Bienvenida pequeña, será dificil, pero yo estaré contigo.

jueves, 20 de mayo de 2010

He...

He comprendido el significado oculto de cada palabra. He logrado leer entre líneas lo que en realidad quisiste decir. He olvidado mis recuerdos en una parada de autobús. He dejado escaparse un rato a mi alma, y ha regresado más fuerte, más libre. He soñado con el agua cristalina y su tímido oleaje. He pensado en tí. He logrado olvidarte. He tenido miedo.

Libertad




Abrí nuevamente aquel libro viejo y desgastado, de pastas duras y prácticamente desencuadernado. Lo hice porque otra vez sentí mis dientes tiritar de miedo, miedo a ser libre.
Allí estaba yo, frente a esa multitud que antes parecía diminuta, contemplando cómo la gente paseaba de un lado a otro sin reparar en mí, cuando de entre las hojas salió un papel escrito con mi letra años atrás: "Toda libertad alcanzada se debate siempre entre dos sentimientos opuestos: la satisfacción por lo alcanzado y el miedo a disfrutar lo ya conseguido." Y nunca le habría podido otorgar tanta razón a aquellas palabras.
Había anhelado ese momento toda una vida: sentir el aire y el olor del césped entremezclándose y jugando con mi pelo, ser algo más que un individuo para el mundo, SER LIBRE. Pero en ese instante no era capaz de definir la libertad, y siendo más sincero podría decirse que añoraba mis "barrotes". Me resultaba curioso saber que había logrado en mi vida todo lo que había llegado a desear: tenía un trabajo agradable, ganaba bastante dinero, podía viajar de vez en cuando, y ahora era libre. Cualquier persona habría dicho que lo tenía todo para ser feliz. Pero yo contemplando mi triste figura veía en mi reflejo sólo un despojo. Mis ojos no brillaban con ilusión como hacía años, había perdido la fé, y no sabía disfrutar de un buen helado de limón como cuando era niño. Me había limitado durante demasiado tiempo a amoldarme a una vida que no deseaba.
-"De modo que esto es la libertad"-Pensé-"Creer que puedes hacerlo todo y no desear hacer nada."
Comencé a leer y aquellas palabras me recordaron una vieja lectura. Se me vino a la cabeza aquel joven pastor que vendió sus ovejas para irse a Egipto en busca de su tesoro, para cumplir su Leyenda Personal. Y sonreí haciendo memoria porque pude disfrutar una vez más de su mejor frase: "El viento trae a los moros, pero también el olor del desierto y de las mujeres con velo." Entendí esas palabras de una forma distinta aquella vez. Ahora eran para mí una explicación metafórica del rechazo que se tiene a lo que no nos gusta, obviando que en muchas ocasiones trae cosas que nos hacen la vida más sencilla.
Leí, leí durante horas. Perdí el sentido del tiempo y cuando quise darme cuenta era de noche. Nadie me esperaba en casa. Nadie escucharía lo que tenía que contar sobre aquel libro. Pero al menos podía decir que yo era libre. Y la libertad, aún sin saber definirla, debe de ser siempre algo bueno.

Al menos eso es lo que dicen.


P.D: He utilizado un fragmento del Alquimista de Paulo Coelo, y una cita cuyo autor desconozco.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuentos para no estar triste:


-Ahora cierra los ojos.-Comenzó ella.-Imagina que estás en una playa con la arena más blanca y fina que has visto nunca. Caminas descalzo con un zapato en cada mano, y sientes la brisa acariciando tu piel. Eso te hace sentir vivo y un poco más ligero, como si pudieras dejar atrás el peso con el que has cargado durante tanto tiempo. Te paras a contemplar el punto en el que el mar y el cielo parecen unirse, a la vez que juegas con los dedos de los pies a acariciar la arena. Puedes ver a las gaviotas siendo cómplices del agua en la que buscan peces para alimentarse. Eso te calma. Las olas rompen contra las piedras como si intentaran gritarle al viento una historia que nadie puede comprender, y subido en una de esas rocas hay un pescador. Piensas que ningún pez picará en su anzuelo, y que es ridículo sentarse entre las imperfecciones de lo menos hermoso de la playa... ¿por qué intentar pescar pudiendo pasear despreocupado? Entonces recuerdas aquel propósito que te hiciste hace tiempo: CORRER CADA MAÑANA. Y sientes que no hay mejor lugar para cumplirlo que esa playa tan solitaria. Así lo haces. Corres deshaciéndote del sufrimiento, logrando ser lo que siempre has querido, y dejando atrás con cada pisada lo que no te gusta de tí. Respiras de ese aire que limpia los pulmones, y sientes por primera vez en mucho tiempo paz, felicidad, tranquilidad. Porque has encontrado tu esencia, lo que en realidad eres, entre las mismas gaviotas de siempre, que buscan a los mismos peces una y otra vez, el mismo paseo marítimo rojo y blanco por el que la gente pasea cada día con prisa y sin apreciar el paisaje, aquel hombre que piensa que pescará pero nunca lo hace, y las mismas rocas pasivas que se dejan mojar por el agua del mar que jamás para el rápido y fugaz curso de sus corrientes. Te das cuenta de que ni las gaviotas son las mismas, ni el sonido del aire ulula con la misma fuerza, ni el pescador es tan conformista. Por una vez vas más allá, imaginando la historia de aquellas aves, queriendo volar con ellas y sentir el agua en la tripa, para remontar más tarde el vuelo con sutil agilidad. Deseas sentarte en la roca, tirar la caña y esperar horas y horas frente a un mar que no se calma. Te encantaría fundirte con el viento para aprender a escuchar esas historias que sólo el mar puede contarle. Y por un instante eres un poco de todo eso. Eres un pequeño rayito de sol calentando la arena, y el miedo de un pez que se siente acorralado nadando hacia el fondo del mar. Eres la última gota de sangre del único animal que picó en tu caña. Eres una pisada en la arena que de algún modo jamás se borrará.-Y con estas palabras terminó su historia. Colgó el teléfono y deseó que se hubiera dormido. Porque simplemente se lo merecía.

domingo, 2 de mayo de 2010

secretos de amor.


Besos, caricias, calor. Y aquella sensación de no entender por qué eso estaba mal. Se tumbó en su cama y le vio sonreir como antes, con esa cara de ángel que jugaba a ser fuerte dando patadas a cada miedo que tenía. Le sintió junto a sus brazos y olvidó lo complicado que resultaría amarse por un momento. Sus ojos cuidaban dulce y tiernamente cada rincón de su cuerpo, y poco a poco se deshizo de lo poco que le quedaba de ropa. Acariciaba su cara, intentando memorizar el tacto de su piel por si esa era la última vez que le tocaba, y sintió ganas de gritar y parar el mundo durante un instante para estar únicamente a su lado, para ser uno y no separarse jamás. Entonces él tocó su cintura y supo que lo hizo como cuando se conocieron, con miedo a equivocarse y felicidad de estar disfrutando de ese momento. Miedo, porque debajo de su cuerpo adulto y sus ojos impenetrables estaba el dolor de cuando ella se marchó. La herida aún no estaba cerrada, y jugar a aquello era demasiado peligroso.
-Me gusta el riesgo si es tan dulce como sus labios.-Pensó él.
Ella, simplemente cerró los ojos y se dejó llevar. Porque desde luego, aquello no era para nada malo.
Aquella noche soñó con volar lejos, y contemplar la forma en que dormía, revuelto entre las sábanas que horas antes tapaban sus cuerpos desnudos.
Después le recordó tapado únicamente por su albornoz, y sonrió pensando en su peculiar forma de agarrar sus caderas para impedir que se fuera. Sus furtivos juegos de miradas cuando se encontraban en cualquier momento, rodeados de gente que no tenía ni idea de aquello que sentían, de su pequeño secreto de amor, le enloquecían... porque en realidad... simplemente él la hacía enloquecer con una de sus miradas.