
No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.
Inocencia primavera
abolida en el deseo,
olvido de sí mismo en otro olvido,
ramas entrelazadas,
¿por qué vivir si desapareceis un día?
Sólo vive quien mira
siempre ante sí los ojos de su aurora,
sólo vive quien besa
aquel cuerpo de ángel que el amor levantó.
Fantasmas de la pena,
a lo lejos, los otros,
los que ese amor perdieron,
como un recuerdo en sueños,
recorriendo las tumbas
otro vació estrechan.
Por allá ven y gimen,
muertos en pie, vida tras de la piedra,
golpeando la impotencia,
arañando la sombra
con inútil ternura.
No, no es el amor quien muere.
Luis CERNUDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario