viernes, 9 de marzo de 2012

Mi alma está en huelga.

La humanidad entera es una escila gigante con tentáculos sibilinos que encarnan sus más bajos instintos. Odio, rencor, temor, pero también amor, pasiones e incertidumbre. Son como lastres de dimensiones desproporcionadas con las que cargamos día a día. Siendo necesario, tal vez no cortar la cabeza de nuestra particular "Medusa", sino simplemente asumir que el peso nos destruye la espalda cada vez más, comprender que, del mismo modo que un brazo o una pierna, nuestras emociones son parte de nosotros mismos.
Así pues, habiéndonos deshecho del hasta entonces insalvable muro que suponen estos tentáculos, brilla con fuerza acaparando el firmamento de manera colosal, una hermosa figura humana. Desnuda, carente de artificios, seductora y pura al mismo tiempo. Un ser imperfecto, que del mismo modo que una ostra, pule lo mejor que contiene para dar lugar a la más bella de todas las perlas.

Hoy, mi alma está en huelga. Se niega en rotundo a continuar bajo mis órdenes, y haciendo una sentada protesta por lo mal que, en ocasiones, me comporto con ella, ha sacado sus pancartas. Como consecuencia, el tentáculo de la desolación, la incertidumbre, ha mordido con sus feroces fauces el sinuoso cuerpo de la tranquilidad. Ambos, enzarzados en una incesable lucha, se empeñan en dejarme huérfana de sentimientos, devorando al paso mi corazón.

Mientras tanto, las sirenas cantan con sus dulces voces, melodías sensuales que alientan el espíritu. Pero no es más que eso, una sinfonía compuesta por seres que no se dejan ver. Obra de todos, obra de nadie. Sirenas que, al no ser escuchadas, vagan por las profundidades del mar en busca de otro prófugo corazón.Construyen con sus mentes castillos en el aire, engatusan a jóvenes inexpertos que, buscando un poco de amor prestado, encuentran la misma muerte como único lecho. Capitanes de barcos perdidos, rumbo a la nada, con el naufragio como único destino. Hermosos rostros femeninos que surgen del mar, como frutos prohibidos que saciarán su sed... pero lejos de hacerlo, llenan las bocas de aquellos que las contemplan, con la saliva de la angustia.

Tú eres mi sirena, me cantas al oído melodías cifradas que sólo tú puedes comprender. Juegas a tu antojo con mis emociones, y mis ojos verdes como el mar cuando se funde con el cielo, piden clemencia una vez más.
Temo que me arrastres a la muerte, a la miseria, a ser de nuevo un ser sin rumbo en un barco hecho con sueños rotos. Y me aferro a la roca más cercana para contemplar la estampa.

Al tiempo, la encarnizada lucha cuerpo a cuerpo entre mis dos tentáculos, desencadena maremotos que, con sus agitadas olas, te conducen hasta tierra firme. Allí, tal vez marchita, sirena mía, seques tus escamas al sol. Y quizás mañana seas polvo esparcido por el mar.
Sí, polvo... sólo eso.