sábado, 26 de junio de 2010

Cuerpo y alma.


Como el recuerdo del juego alegre y despreocupado de un niño, como una piruleta aún sin estrenar, como la esperanza del que sueña. Como una palabra olvidada llena de significado, como un silencio profundo capaz de calar los huesos.... como lo que fuí, lo que soy y lo que seré. Igual que aquella vieja frase: "Es tan importante ser, que hasta para no ser hay que ser algo."
Como la sabiduría de tantos eruditos del pasado... igual que todo lo efímero mi cuerpo se irá. Pero mi alma jubilosa permanecerá para siempre.

El poema más bello del universo.

Palabras que se pierden, que se mezclan con el clamor de los vientos y el suave roce de las hojas que se marchitan y caen con el otoño. Palabras dulces, otras amargas. Palabras a fín de cuentas. Sólo eso. Un sucio papel arrugado que queda tendido sobre el suelo, olvidado en la tristeza de pensar que fue escrito para nada, por una mano inútil que no dice más que tonterías. Sucumbiendo a la evidencia de que aquellas palabras claudicarían con el tiempo, me marché de ese frío y triste lugar. Dejando atrás la pintoresca imagen. Sintiéndome como el viejo papel mojado por la lluvia que moldea su forma por el ulular del viento. Caminando sobre el mismo césped que sirve de cama al que un día fue el poema más bello del universo. Sabiendo que su hermosora, aún estando en el olvido, jamás desaparecerá del alma de aquellos que pudieron contemplarla.

miércoles, 23 de junio de 2010

Espuma.


Contemplé de nuevo ese curioso modo de bostezar que tiene el sol. Aquí, junto a la playa el tiempo parece pasar más lento. Quizás sea el olor a sal, o tal vez se trate de la paz que se siente al cerrar los ojos. Y recuerdo aquella frase: Después de la ola sólo nos quedó la espuma. Así fue, querido amigo, así fue. Rugió fuerte el mar llenando el corazón de esperanzas, y un choque con las desgastadas piedras fue suficiente para frenar la velocidad de aquel agua cristalina. Y finalmente, las burbujas blancas llenaban la tierra arrastrándose suavemente, besando con pasión la húmeda arena, despidiéndose ligeras.

Recuerdo tus ojos, pero ya olvidé su color. Y quizás si te tuviera en frente faltarían en tí todas aquellas cosas que yo imaginé que tenías. Espuma, sólo eso. Como el agua del mar rompiendo, como el aire caliente del sur luchando contra la brisa gélida del norte, como los polos opuestos que se enfrentan bravamente en una pelea constante por mantenerse alejados.... como tú y como yo, cariño, como los dos.

En cambio algo de tí nunca se marcha: el sonido de tu risa. También esto podría compararlo con el oleaje, pero esta vez al romper contra las rocas esa espuma que me dejaba la carcajada, es el olor de tu boca, dulce y juguetón recorriendo cada rincón de mi ser. No se trata de algo efímero que se desmorone como un castillo de arena hecho en la costa por un niño, ya que este lo derrumbará el mar, pero un recuerdo.... nadie ni nada puede borrarlo.

Recuerdo de tí cosas dispares. Algunas con total claridad. Otras, en cambio, de forma borrosa e imperceptible. Todas se enfrentan en la corriente continua de mi mente, luchando por impregnar mi cerebro refrescando mi memoria. Batallando, a fín de cuentas, por agarrarse fuertemente a mí para no marcharse nunca. Pero, del mismo modo que es lo más hermoso ver esa espuma adornando la playa, el recuerdo que queda como una huella ligera, es también un dulce y tierno paisaje en el ventanal de la vida.

martes, 22 de junio de 2010

California.


Prometí escribirte dos canciones, tratando como siempre, de ocultar mis emociones. Pero sabes que la música no es lo mío. De modo que quizás abrir la boca y tomar este aire rudo y ardiente como aquel de California, resulte suficiente para recordar tu sonrisa, y tal vez así logre hablarte de lo que nunca te dije, o susurrar junto al viento sentimientos que hace tiempo enterré. Creo que es más posible que ocurra lo contrario, y nuevamente piense que es inútil alzar un grito lleno de júbilo y esperanza, pues sé, a ciencia cierta, que ni el sol dorará mi piel como aquel verano, ni tus ojos encontrarán el rincón perfecto aquí junto a mi alma.

Había escrito meticulosamente un final para esto nuestro que acabó por ser totalmente distinto al que tuvimos, con sus miradas melancólicas deseando que aquella despedida fuera un HASTA LUEGO, y no un ADIOS, sus juegos de manos tratando de memorizar el tacto de la piel del otro, y finalmente aquel vació silencioso y molesto llenando el alma. En cambio la oscuridad de la distancia roció de nauseabundo dolor nuestra perfecta despedida, y aquellas palabras dulces se trocaron al final en fuertes y crueles golpes en la cara.

Pero al concluir esta, como todas las historias, puedo decir que siempres nos quedará California.

domingo, 20 de junio de 2010

Colores.


-Vaya.-Dijo la chica en voz alta pero sin esperar ser oida, con aquel tono risueño y divertido, mientras trataba de recoger su pelo en una coleta.-De modo que aquí es....

Y el silencio ocupó aquel instante, siendo únicamente interrumpido por el sonido del viento que jugaba con el fino y delicado mechón que se escapaba escurridizo de entre su peinado.

Agarró su maleta con fuerza, pero sin poner cara de esfuerzo, y subió las escaleras con desdén. El rojo pasión de sus labios los resaltaba aún más, y sus ojos de un negro azabache jugaban intrigados con cada rincón del lugar.

-Azul. Si tuviera que definir este sitio con un color diría sin duda.... azul. -Cuando viajaba solía pensar en colores, clasificaba cada rincón del mundo con uno diferente, y después hacía una lista. Había morado que simbolizaba la felicidad, y dentro de él unas 15 tonalidades distintas. El verde, representando la esperanza, tenía en su interior verde musgo, verde hierva, verde azulado, verde pistacho.... estaban también el rojo, el rosa, el naranja, el amarillo... y así un sin fín de colores que después le servían para recordar lo que sintió en cada lugar. Pero aquel era sin duda, un azul marino, casi negro. No podía clasificarlo como azul claro, pues la lluvia empañaba aquellas exóticas vistas, pero tampoco quería bajarlo de nivel hasta un gris que solía resultar anodino y decepcionante. De modo que abrió el estuche y rodeó el nombre de la ciudad con una cera azul casi sin estrenar. -Ya puedes agradecérmelo, pueblo, el azul no lo utilizo casi nunca. Tranquilidad y paz, eso significa. Quizás lo tuyo sea más un marrón... ¡y bastante oscuro y apagado! pero bueno, me traes buenos recuerdos. -Hizo una parada, respiró, y continuó con su discurso. - Además tu aire es puro, me vendrá bien estar aquí unos cuantos días.

Había colocado su maleta, la ropa en aquel viejo armario, los peines en el cajón, la colonia, el gel.... todo estaba en orden. Todo menos ella. Cerró los ojos con fuerza y al hacerlo el rimel le manchó el pómulo derecho.

-¡Mierda! Asique tranquiladad... sí... eso pensaba. -Se lo quitó como pudo y se marchó buscando un poco de aire fresco.

En el fondo era una chica alegre, solía reirse incluso de las catástrofes que le pasaban, y cuando las cosas iban mal abría la lista y elegía un color. Aquella vez había tocado innovar porque ya estaba cansada de visitar siempre los mismos lugares, bueno, en este caso los mismos colores. No le gustaba tener una idea preconcevida de ninguna de las cosas que sucedían en su vida. Iba al cine pero nunca leía la crítica de la película antes de verla, compraba ropa pero iba sola para pensar sólo en si a ella le gustaba, escribía en un diario con la esperanza de publicarlo, y tener así un libro a los 19, pero sabía que jamás saldrían a la luz sus insulsas palabras. Antes solía dibujar, cualquier cosa, igual un paisaje que la sonrisa de un niño. Siempre había pensado que el arte consiste en hacer a la persona que lo ve estremecerse. "No importa lo bien que lo hagas, sino lo que con ello logres transmitir." Y con esa frase en la mente intentaba vivir. Pero hacía tiempo que sus dibujos se habían emborronado y permanecían encerrados en un sucio y triste cajón.

Sus pies la llevaban lejos, y el sol jugaba a ocultarse poco a poco, iluminando la tostada y tersa piel de aquella joven. Se sentó en un banco de madera lo bastante lejos de la gente como para poder pensar, pero a su vez lo suficientemente cerca de la vida como para no sentirse sola. Cerró los ojos y pensó que debería volver a pintar, quizás aquellas vías de un tren que no volvería a pasar, o las casas que se encontraban en lo alto de las montañas... simplemente dibujar. Compró en una tienda un par de folios y un lapiz, y allí, frente a la nada comenzó a dejarse llevar. Podía plasmar en ese papel una multitud, o la soledad más aplastante, el claro rayo de luz que entra por la ventana, o la oscuridad silenciosa que se come implacable la claridad. En cambio tuvo una idea que le agradó más. Dibujaba insaciablemente un cielo del azul más claro que había visto, y unas nubes esponjosa que lo adornaban cautelosamente. Procuraba lograr la cantidad exacta para que no resultaran excesivas, ni demasiado excasas. Y allí lo tenía, frente a sus ojos, un pequeño rayo de luz colándose entre las nubes, el último rayo de luz, que se despedía del mundo durante unas horas, para dar paso a la más clara e inmensa luna. Escribió con el grafito desgastado una frase al pie del dibujo, su nombre y la fecha de aquella tarde. Lo dobló cautelosamente y se marchó rumbo a casa, en busca de la maleta, puesto que allí ya había encontrado lo que necesitaba.



Ha pasado el tiempo. 15, incluso 20 años, y aún se lee en ese papel: " Finalmente supe que en cualquier rincón del mundo, por lejos que esté de tí.... puedo encontrarte." Porque, efectivamente, eso encontró en aquel solitario banco de un pueblo remoto entre las montañas de España... un pedazo de la esencia de aquel muchacho al que tanto quiso.

martes, 8 de junio de 2010

flor de la muerte.


-Es una niña.-Dijo el médico.

Y el silencio se hizo aún más rudo e incómodo. En aquel país era complicada la supervivencia. La dolorida madre miró a su izquierda, y vió a su marido que contemplaba un punto en la inmensidad con cara de desaprobación. Situó esta vez sus ojos a la derecha, y contempló la desencajada cara de la comadrona. Le llegó el olor a putrefacción, recordó su infancia, y no quiso aquella vida para su hija.

-Que le den la flor de la muerte.-Pronunció por primera y última vez después del parto.

Y esa fue la última imagen que pudo ver de su hija. Aquella piel morena, esos ojos de un negro intenso, casi azabache, y el gesto inocente del que no se preocupa por nada.

A lo lejos, simplemente pudo oir un llanto profundamente doloroso. Y poco después le comunicaron que había muerto.

-El veneno es rápido e implacable. Sufrió pero es mejor así.

Y con aquellas palabras todo terminó. Sólo quedaba esperar la llegada de un niño.

viernes, 4 de junio de 2010

El cúmulo esperado




La vida es un cúmulo… un cúmulo de sensaciones, de vivencias… un cúmulo de desgracias y alegrías… un cúmulo que en ocasiones tenemos la fortuna de vivir y disfrutar junto a quienes más queremos.

Cuando he ido avanzando en mi camino, me he dado cuenta de que había alguien sobre mí… en un hermoso cúmulo, iluminado por su rostro, que me tendía su mano para ir en su compañía descubriendo nuevos horizontes, marcando nuevas metas y aprovechando nuevas oportunidades.

No dudé en agarrar esos delicados dedos, que me alzaron y me alejaron de la fría ciudad a un clima cálido y acogedor, donde de su lado he podido aprender y he logrado encontrar lo que unos llaman y otros denominan la felicidad.

Pocas son las palabras que se pueden necesitar para describir un sentimiento que, reflejado en unos ojos tan hermosos no pueda ser descrito con esa viva imagen.

Por su parte, en una conversación que tuvieron, él la dijo, intentando reflejarlo de algún modo:

“Yo tendré que llevar el peso durante una vida de ser dueño de mí mismo, pero me gustaría que tú fueras la cuidadora que me ayudase a levantar parte de esa carga”