martes, 22 de junio de 2010

California.


Prometí escribirte dos canciones, tratando como siempre, de ocultar mis emociones. Pero sabes que la música no es lo mío. De modo que quizás abrir la boca y tomar este aire rudo y ardiente como aquel de California, resulte suficiente para recordar tu sonrisa, y tal vez así logre hablarte de lo que nunca te dije, o susurrar junto al viento sentimientos que hace tiempo enterré. Creo que es más posible que ocurra lo contrario, y nuevamente piense que es inútil alzar un grito lleno de júbilo y esperanza, pues sé, a ciencia cierta, que ni el sol dorará mi piel como aquel verano, ni tus ojos encontrarán el rincón perfecto aquí junto a mi alma.

Había escrito meticulosamente un final para esto nuestro que acabó por ser totalmente distinto al que tuvimos, con sus miradas melancólicas deseando que aquella despedida fuera un HASTA LUEGO, y no un ADIOS, sus juegos de manos tratando de memorizar el tacto de la piel del otro, y finalmente aquel vació silencioso y molesto llenando el alma. En cambio la oscuridad de la distancia roció de nauseabundo dolor nuestra perfecta despedida, y aquellas palabras dulces se trocaron al final en fuertes y crueles golpes en la cara.

Pero al concluir esta, como todas las historias, puedo decir que siempres nos quedará California.

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