domingo, 20 de junio de 2010

Colores.


-Vaya.-Dijo la chica en voz alta pero sin esperar ser oida, con aquel tono risueño y divertido, mientras trataba de recoger su pelo en una coleta.-De modo que aquí es....

Y el silencio ocupó aquel instante, siendo únicamente interrumpido por el sonido del viento que jugaba con el fino y delicado mechón que se escapaba escurridizo de entre su peinado.

Agarró su maleta con fuerza, pero sin poner cara de esfuerzo, y subió las escaleras con desdén. El rojo pasión de sus labios los resaltaba aún más, y sus ojos de un negro azabache jugaban intrigados con cada rincón del lugar.

-Azul. Si tuviera que definir este sitio con un color diría sin duda.... azul. -Cuando viajaba solía pensar en colores, clasificaba cada rincón del mundo con uno diferente, y después hacía una lista. Había morado que simbolizaba la felicidad, y dentro de él unas 15 tonalidades distintas. El verde, representando la esperanza, tenía en su interior verde musgo, verde hierva, verde azulado, verde pistacho.... estaban también el rojo, el rosa, el naranja, el amarillo... y así un sin fín de colores que después le servían para recordar lo que sintió en cada lugar. Pero aquel era sin duda, un azul marino, casi negro. No podía clasificarlo como azul claro, pues la lluvia empañaba aquellas exóticas vistas, pero tampoco quería bajarlo de nivel hasta un gris que solía resultar anodino y decepcionante. De modo que abrió el estuche y rodeó el nombre de la ciudad con una cera azul casi sin estrenar. -Ya puedes agradecérmelo, pueblo, el azul no lo utilizo casi nunca. Tranquilidad y paz, eso significa. Quizás lo tuyo sea más un marrón... ¡y bastante oscuro y apagado! pero bueno, me traes buenos recuerdos. -Hizo una parada, respiró, y continuó con su discurso. - Además tu aire es puro, me vendrá bien estar aquí unos cuantos días.

Había colocado su maleta, la ropa en aquel viejo armario, los peines en el cajón, la colonia, el gel.... todo estaba en orden. Todo menos ella. Cerró los ojos con fuerza y al hacerlo el rimel le manchó el pómulo derecho.

-¡Mierda! Asique tranquiladad... sí... eso pensaba. -Se lo quitó como pudo y se marchó buscando un poco de aire fresco.

En el fondo era una chica alegre, solía reirse incluso de las catástrofes que le pasaban, y cuando las cosas iban mal abría la lista y elegía un color. Aquella vez había tocado innovar porque ya estaba cansada de visitar siempre los mismos lugares, bueno, en este caso los mismos colores. No le gustaba tener una idea preconcevida de ninguna de las cosas que sucedían en su vida. Iba al cine pero nunca leía la crítica de la película antes de verla, compraba ropa pero iba sola para pensar sólo en si a ella le gustaba, escribía en un diario con la esperanza de publicarlo, y tener así un libro a los 19, pero sabía que jamás saldrían a la luz sus insulsas palabras. Antes solía dibujar, cualquier cosa, igual un paisaje que la sonrisa de un niño. Siempre había pensado que el arte consiste en hacer a la persona que lo ve estremecerse. "No importa lo bien que lo hagas, sino lo que con ello logres transmitir." Y con esa frase en la mente intentaba vivir. Pero hacía tiempo que sus dibujos se habían emborronado y permanecían encerrados en un sucio y triste cajón.

Sus pies la llevaban lejos, y el sol jugaba a ocultarse poco a poco, iluminando la tostada y tersa piel de aquella joven. Se sentó en un banco de madera lo bastante lejos de la gente como para poder pensar, pero a su vez lo suficientemente cerca de la vida como para no sentirse sola. Cerró los ojos y pensó que debería volver a pintar, quizás aquellas vías de un tren que no volvería a pasar, o las casas que se encontraban en lo alto de las montañas... simplemente dibujar. Compró en una tienda un par de folios y un lapiz, y allí, frente a la nada comenzó a dejarse llevar. Podía plasmar en ese papel una multitud, o la soledad más aplastante, el claro rayo de luz que entra por la ventana, o la oscuridad silenciosa que se come implacable la claridad. En cambio tuvo una idea que le agradó más. Dibujaba insaciablemente un cielo del azul más claro que había visto, y unas nubes esponjosa que lo adornaban cautelosamente. Procuraba lograr la cantidad exacta para que no resultaran excesivas, ni demasiado excasas. Y allí lo tenía, frente a sus ojos, un pequeño rayo de luz colándose entre las nubes, el último rayo de luz, que se despedía del mundo durante unas horas, para dar paso a la más clara e inmensa luna. Escribió con el grafito desgastado una frase al pie del dibujo, su nombre y la fecha de aquella tarde. Lo dobló cautelosamente y se marchó rumbo a casa, en busca de la maleta, puesto que allí ya había encontrado lo que necesitaba.



Ha pasado el tiempo. 15, incluso 20 años, y aún se lee en ese papel: " Finalmente supe que en cualquier rincón del mundo, por lejos que esté de tí.... puedo encontrarte." Porque, efectivamente, eso encontró en aquel solitario banco de un pueblo remoto entre las montañas de España... un pedazo de la esencia de aquel muchacho al que tanto quiso.

1 comentario:

  1. Ver pasar la vida, contemplar las experiencias y acabar relacionándolas con aspectos tan cotidianos como los matices que aportan al día a día los colores que nos encontramos desde que abrimos los ojos al despertar cada mañana hasta que nos perdemos de nuevo en los sueños que nos muestran visiones novedosas y peculiares.
    Sigues logrando que nos planteemos reflexiones y, nunca mejor dicho, veamos la vida de otro color.
    Espero que disfrutes de todo lo que puedas encontrar, desde las tonalidades azules o verdes que pueden traerte tranquilidad, relajación, esperanza... a esas tonalidades más pasionales como puedan ser las rojas, pasando por el sinfín de matices que puedes llegar a ver =)

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