martes, 8 de junio de 2010

flor de la muerte.


-Es una niña.-Dijo el médico.

Y el silencio se hizo aún más rudo e incómodo. En aquel país era complicada la supervivencia. La dolorida madre miró a su izquierda, y vió a su marido que contemplaba un punto en la inmensidad con cara de desaprobación. Situó esta vez sus ojos a la derecha, y contempló la desencajada cara de la comadrona. Le llegó el olor a putrefacción, recordó su infancia, y no quiso aquella vida para su hija.

-Que le den la flor de la muerte.-Pronunció por primera y última vez después del parto.

Y esa fue la última imagen que pudo ver de su hija. Aquella piel morena, esos ojos de un negro intenso, casi azabache, y el gesto inocente del que no se preocupa por nada.

A lo lejos, simplemente pudo oir un llanto profundamente doloroso. Y poco después le comunicaron que había muerto.

-El veneno es rápido e implacable. Sufrió pero es mejor así.

Y con aquellas palabras todo terminó. Sólo quedaba esperar la llegada de un niño.

1 comentario:

  1. La mayor dureza que puede representar recae en el hecho de que podemos encontrarlo en la realidad que vivimos

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