jueves, 3 de diciembre de 2009

El desamor


Sentí deslizarse a aquel libro en el que había escrito mi vida, hojas sin sentido, sin orden, que solían llevarme lejos, a descansar en su mirada. Y simplemente lo dejé caer. ¿Qué sentido tenía una vida sin él? Ya no quería recordar mi pasado, esa felicidad que había llenado hasta entonces mi cuerpo... porque sin sus palabras era un simple engaño, como una venda que te pones para no hacerte daño, aunque sabes que caminas chocándote con las paredes.

Era evidente, me encantaba el modo en que se reía, la arruga que se formaba en su nariz, y ese brillo en los ojos propio del que está lleno de esperanza. Había pasado tardes enredada en su melena, tocando cuidadosamente sus rizos, sonriendo solo porque estábamos allí. Y todo había cambiado tanto en tan poco tiempo... No quedaba ni un sueño en su pequeño cuerpo, y cuando sonreía lo hacía forzado, intentando apaciguar mi alma. Repetía una y otra vez lo mala que era su vida. Ese exámen suspenso fruto de una tarde sin estudiar, aquella noche aburrida con sus "amigos" absurda, sin sentido porque su sonrisa estaba hueca. Tantos domingos intentando creer ser alguien, procurando esconder sus defectos y basar su existencia en una mentira para no sentirse mal... Y ahí, en un rincón de su alma, procurando no hacer ruido, estaba yo. Había transladado allí cada una de mis pertenencias, era un lugar confortable, frenaba el dolor y le daba una pizca de color a mis días. Pero en aquel momento acababa de colgar el cartel de "se vende" y estaba llenando las maletas con bolsas de nostalgia y de recuerdos. Dejé allí todo lo malo: el rencor que le tenía por descuidarme tanto, esa llamada que nunca me hizo, y el puñado de besos que me había regalado. Ya no quería nada de eso, solo era peso en mi espalda que entorpecería mi camino, una hoja en blanco de un diario aún por escribir. Sentí ese golpe en el pecho, como si fuera un puñal helado que atraviesa tu alma de extremo a extremo, y dudando si hacía lo correcto, dejé aquel lugar que había llegado a ser tan hostil para caminar rumbo a mi vida.


Dicen que el desamor es como un velatorio. Los recuerdos están en una sala y solo cuando eres capaz de entrar, tocar cada cosa, mirar a los ojos al tiempo que pasasteis juntos... y sonreir en lugar de llorar, logras superar ese sentimiento. Quizás sea cierto, pero mi muerto se descompone y yo aún no he conseguido velarle. Sigo vestida de luto, sentada en la puerta de aquella habitación, y cada vez que doy un paso siento flaquear mis piernas y una lágrima deslizarse sin remedio por mi piel. El olor es cada vez más intenso y grito de rabia sin poder controlarme cuando una bofetada de aire lo trae junto a mí. Recuerdo el olor de su colonia, el tono tostado de su piel, la perfecta alineación de sus dientes blancos como la luna, y cuando eso ocurre lloro aún más. Tengo miedo de que cuando me levante y decida colocar mis pies junto a él para despedirme, me sienta mejor. Me inquieta pensar que podré tocar nuestras cosas una última vez y que después serán solo una huella, un surco más en el sendero de mi vida. La mantilla cubre mi pelo, la falda de tubo resalta mi silueta, esos zapatos de tacón que dejan entrever un par de dedos, y el esmalte rojo intenso que cubre mis uñas... He cuidado hasta el último detalle de mi aspecto. Ya se que no me verá, pero decir Adiós es casi siempre tan difícil y tan doloroso, que la única forma de ocultar la desdicha es con toda esta parafernalia que me tapa.


Recostada sobre la pared respiro hondo, me armo de valor... Han pasado ya demasiados meses. Largas noches en un lado de la puerta, difíciles mañanas ahogada entre mis lágrimas. Es el momento de abrir los ojos, porque seguramente una despedida a tiempo logre curar mi corazón. Al dar el primer paso me doy cuenta de que aunque había pasado allí muchos días, no tenía una idea de cómo sería aquella habitación. Las paredes blancas le dan luminosidad, (algo contradictorio para mí en este momento), decenas de estanterías con todos mis recuerdos a su lado, y en el centro está él. Ha perdido el color por completo. Cuando me acerqué y le miré a la cara me sentí relamente aliviada.

-Te quiero, te he querido todo este tiempo, pero tengo que marcharme. Es doloroso esperar algo que nunca llegará. Cerrar los ojos con fuerza para poder creer que merece la pena, y abrir al mismo tiempo el corazón de par en par esperando una respuesta. Has pasado tanto tiempo contando lo malo que tienes, que ni te diste cuenta de que poco a poco hacía las maletas. Puedes estar seguro de que realmente lo que siento por tí es verdadero. He tardado en tener el valor suficiente para despedirme, más de lo que tardé en entregarme a tí. Y quiero que si es esta la última vez que te veo, sepas que habría dado mi vida por tu mirada. Por oir un... "te extraño" a tiempo, por sentir tu mano tocando mis mejillas una vez más. Pero me marcho, no voy a esperar más. Mi juventud me lo impide, y mis ganas de volar también. No subiré nunca más a esa habitación de hotel, ni desharé la cama buscando tu olor. Tampoco buscaré una excusa para amarte, ni envolveré mis sonrisas en papel. No estoy dispuesta a beberme mi llanto. Sé que no regresarán las tardes de Agosto si tú no estás, y enterraré cada día 17 una rosa negra donde me besaste por primera vez. Ya no verás a la Luna, no te calmará las noches de invierno, ni te susurrará palabras de amor. Pero algún día estarás con otra, y no será tu Luna, sino tu Sol, una bola de fuego que ilumine cada paso. Cada segundo sin mí. Recuérdalo siempre... te quiero.


Lo digo sin pensar, aunque quizás sabía inconscientemente lo que diría desde hacía tiempo, como un discurso preparado por mi subconsciente y memorizado meticulosamente. Ahora me doy cuenta de que tenía razón. Me siento mejor después de haber entrado en este lugar, me he despedido y he podido contemplar cada recuerdo con claridad. Nada queda pendiente, no hay ninguna palabra más que decir. Simplemente me toca ser fuerte, añorarle cada vez menos, y quererme cada vez más. Pero hay algo que me impide salir de este cuarto, ¿de dónde saco el valor para dar el último paso y cerrar de un portazo? Quiero pasar mis días aquí, frente a su cuerpo, y si es cierto que es solo un muerto, dejaré escrito que cuando le entierren deseo ir con él. Tal vez si salgo olvide sus caricias, pero no es eso lo que intento, ahora lo se. Necesito sus recuerdos, los momentos juntos. Y por mucho que batalle jamás será solo un fantasma lejano que se difumina con el tiempo.

De modo que esto es la vida, depender constantemente de algo o de alguien. Tener necesidades, deseos, carencias... ¿Es la felicidad algo utópico? No, se que no. Tengo claro que si me marcho lo será, pero voy a permanecer a su lado hasta que cada partícula se desintegre. ESO ES EL AMOR. Y aquí está mi verdadera felicidad, junto a él.

1 comentario:

  1. ¿Qué te puedo decir? Que me encanta cómo escribes Nazaret, que me has dejado atónita, de verdad.. ¡¡Me gusta mucho muchísimo!!

    El otro día lo pasé fenomenal con vosotr@s, jaja, me apetecía un montón veros y me encantó pasar un ratito tan agradable. Espero que nos veamos mucho más a menudo, porque yo tampooco os voy a olvidar nunca y os echo mucho (pero mucho) de menos este año.
    Es difícil encontrar personas tan maravillosas y a las que enseguida quieres tanto.
    Si os apetece, estas navidades podemos quedar para dar una vuelta, ver una exposición, comer o lo que queráis; no dudéis que yo estaré encantada de daros un abrazo enorme y echarnos unas risas como aquellos viernes a primera hora que eran de "fiesta contínua", jajaja!!
    Un millón de besos preciosa para tí y para el resto de mis chic@s preferid@s.
    Estoy muy orgullosa de vosotr@s y de poder seguir disfrutando de nuestra amistad tan maravillosa.
    Muuakkk!!

    ResponderEliminar