sábado, 21 de noviembre de 2009

El poder de las palabras.


Sobre la mesa solo quedaba un papel, sucio, mojado, desgastado por el paso del tiempo. Y escrito en él se leían dos palabras: "TE QUIERO."

Al leerlas sonreí, sin entender muy bien por qué. Ya no importaba el recuerdo amargo del último beso, ni su voz chillona retumbando en mi cabeza. Casi pude olvidar sus desprecios, sus engaños, mi dolor.

Dejé mi cabeza caer sobre la almohada. Su olor aún estaba allí, o quizás no. Puede que solo fuera una forma más de engañarme, y por si el aroma que embriagaba mis sentidos se esfumara, cerré los ojos con fuerza para soñar con ella. De esa noche no recuerdo mucho más. No estaban sus besos, no oía el sonido de su risa, ni podía contemplar aquel lunar suyo que delimitaba el final de su pecho. Y al levantarme necesité leer sus cartas, las primeras. Esas que me mandaba cuando todo iba bien. Cuando su sonrisa no se había desgastado y sus ojos me buscaban impacientes. De modo que abrí la caja donde las había guardado hacía tanto tiempo, me senté, y léntamente las leí.


"Cariño, estoy deseando verte. No sabes todo lo que siento cuando estás junto a mí...."


Y finalmente un: "TE AMO".


Sonaba tan cierto, tan real... cuando ella lo decía. Parecía que sus ojos gritaban lo mismo, y que su corazón podría salirse de su pecho para juntarse con el mío hasta el fín de nuestros días. Sin embargo eran solo palabras. De esas que una mañana de invierno se marchan lejos. Las mismas que acabas añorando cuando ya no están, aún sabiendo que eran mentira.

Sí, efectivamente había sido feliz 2 años de mi vida, única y exclusivamente a base de palabras. Pero, ¿cuál es si no este el sustento de nuestro existir? Las canciones que suenan en la radio, esas que hablan de amor con un ritmo tan alegre, de felicidad, de pasión. El saludo de aquel compañero de instituto que ha pasado tantos años sin verte, y que de pronto un día, sin saber por qué te llama. El primer te quiero, el último adios. Son todo simples palabras, palabras sin más a las que añadimos un sentido especial únicamente para sentirnos mejor. Sonidos, al fin y al cabo, que pueden herirte como puñales, o llenarte el alma para siempre. Y cuando el tono es triste, y cada letra se posa despiadadamente en tus oídos, recuerdas esperanzado aquel dulce te quiero del principio. Lo que yo decía, todo una mentira.

Reviví en ese momento la primera vez que le dije te quiero. Yo sí lo sentía. Y no solo vi en su cara la alegría, también la noté gritando muy dentro de mí. Pero pasado el tiempo, conociendo cada instante junto a ella, se a ciencia cierta que ninguno de mis recuerdos me alivia tanto como sus palabras. Es extraño, lo se. Tal vez porque tiendo a recordar sus te quieros, y a olvidar lo inciertos que han llegado a ser. O puede que sea por el poder de las palabras.

Curiosamente fue eso lo que me hizo sonreir de nuevo, cuando caminaba sin rumbo, solo, sin entender el por qué de todo. Una palabra suya. Y escribo esto, porque finalmente, del mismo modo que regresó, se marchó de mi lado la alegría. Cuando sus labios, sin sopesar el daño que me causarían dijeron fríamente: ADIOS.



Para Alis, con la esperanza de que te guste muchísimo, y conviertas mis palabras en algo único y especial que llevar siempre contigo.

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