miércoles, 11 de noviembre de 2009

Zapatos nuevos.


La noche del 9 de Noviembre de 1989 aquel muro cayó, y con el fuerte sonido de cada piedra chocando contra el suelo, los gritos llenos de esperanza de todos los alemanes se alzaron al viento por primera vez en mucho tiempo.




Hasta entonces había soñado cada noche con el color carmín de la sangre de los que intentaron cruzar el gran bloque de hormigón. El desagradable sonido de las sirenas resonaba cada segundo en mi cabeza. Y a pesar de que nunca comprendí del todo la situación, pasear por la ciudad se convertía siempre en algo gris.




Recuerdo la celebración de mis seis años. Todos alrededor del pastel que mi madre había preparado. Y aquel vacío que llenaba nuestros corazones, como si todos supiéramos lo forzadas que eran nuestras sonrisas. Entonces abrí mi caja, la única que mis padres podían regalarme, y vi un par de zapatos de un rojo intenso, un color tan vivo, alegre y esperanzador... tan opuesto a la realidad de mi mundo...


Mis minúsculos pies caminaban con cautela, y los nuevos zapatos contrastaban no solo con el triste color de las calles, sino también con la soledad de cada viandante. Pero yo me creía fuerte, como si un calzado pudiera darme el valor que una nación ocultaba tras sus puertas. Quizás entendí demasiado tarde, que nadie callaría el grito desesperado de los alemanes.... ni la fuerza de una niña, ni la caída de un muro, ni tan siquiera unos zapatos nuevos.




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