jueves, 16 de enero de 2014

La noche.

El humo aún no se ha disipado. El cigarro parece disfrutar agonizando. El intenso olor a tabaco lo ocupa todo.
Los ronquidos de ella, a lo lejos, se confunden con el llanto de un vagabundo.
La relativa tranquilidad vuelve a cubrirlo todo, como cada noche. Cuando los rayos del Sol se entremezclen con su pelo, volverán el tedio y los gruñidos.
Palpita en mi pecho un quizás hondo, un quizás ficticio. Enmarañadas las palabras dando vueltas por mi mente.
Tristes las baldosas que chirrían pesarosas.
De nuevo sus ronquidos. Ahora parecen gruñidos de alimaña. Aprecio el tic tac del reloj de cuco.
Ya son las tres. La madrugada siempre me arropa con su manto. Parece mentira que, siendo mi amiga, se ría burlona de tan aciago insomnio.
Cierro los ojos. Saboreo la menta de mi pasta de dientes.
Tabaco, ronquidos. Eso es todo.

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