-¿De qué color es un sentimiento?-Preguntó él. -Si es amor, del mismo que tus ojos.-Contestó ella. Y no hubo nada más que añadir, porque efectivamente, buscaba ese color, el del amor, el de sus ojos.
Y sintió luz iluminando su interior, fulgor que provenía de lo más profundo de esa belleza circular que disminuía y crecía a placer, dando a cada momento la hermosura necesaria, la calidez frente al frío de la noche y la suave brisa de felicidad al elevar la mirada en un día soleado.
Y sintió luz iluminando su interior, fulgor que provenía de lo más profundo de esa belleza circular que disminuía y crecía a placer, dando a cada momento la hermosura necesaria, la calidez frente al frío de la noche y la suave brisa de felicidad al elevar la mirada en un día soleado.
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