viernes, 10 de septiembre de 2010

Mi guión definitivo.


Jamás pensé en las palabras que diría al despedirme, no practiqué frente al espejo un gesto adecuado, ni traté de controlar mis lágrimas. He sido siempre un tipo que prefiere improvisar. Tengo la "loca" idea de que el guión de la vida se escribe sobre la marcha; En ocasiones la tinta falla, otras es el papel el que, cansado de tanta historia decide abandonar... pero aún lleno de borrones, rajas y manchas de tinta, quiero que este pedazo blanco de papel sea el testigo fiel de mis últimas palabras.

A los 15 años a penas comienzas a vivir, a los 18 joven y altanero te consideras el rey del mundo... en cambio el tiempo se encarga de envejecer no sólo tu rostro, sino tu alma. Es en ese momento cuando llega el desaliento, la inseguridad, y ese rudo y seco nudo en el pecho llamado soledad. Entonces deseas correr hacia atrás, dar ese beso que jamás diste, pedir aquella sonrisa que necesitaste con tanta fuerza, incluso borrar de tus labios el reproche que hirió con fuerza a los que te querían. Aprecias tus virtudes, odias tus defectos. Eres, por primera vez consciente de que aquella figura deteriorada, antes tan hermosa y viva, es la tuya... Temes. Lloras. Pero también sonríes y encuentras reposo en tu desdicha. Porque al final del camino, una mano amiga agarrará la tuya dándote, con la última mirada, ese segundo más que tanto suplicaste.

Si bien es cierto que no escribí ni tan siquiera un discurso para este momento, el arado despiadado del tiempo se encargó de sembrar mi frente con sus surcos imborrables, y sé que no habrá un mañana más allá de esta soledad intensa. También yo me sentí desarropado y perdido, muchas noches lloré cuando nadie miraba. Vi crecer a cada uno de los que me rodean, aunque esto en ocasiones supusiera olvidarme de mí para centrarme en los demás. Asumí la muerte de amigos y familiares. Y siempre tuve aliento cuando se trataba de ayudar. Pero ha llegado la hora, me encuentro en el ocaso de mis días. No estoy apenado, no siento miedo, pues sé que mi muerte será el último y más hermoso rayo de sol. Y porque tengo la certeza de que tu mano, amada mía, será la última que rozaré.

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