miércoles, 9 de septiembre de 2009

Para tí.


Se torturaba cada noche pensando en lo difícil que sería controlar sus sentimientos. No, aquella vez no sería distinto.

Luchaba por ser un poco más mujer, sin perder su tierna niñez y su dulzura... pero le resultaba imposible abrazada a la camiseta celeste desgastada que él le dejó de recuerdo.


Colocó en la estantería aquel frasquito de aceites aromáticos: Rosa, cereza, coco, piña, menta, hiervabuena, plátano.... Allí enfrente estaba el quemador, los pétalos de rosa y las sales de baño. Todo listo para uno de esos relajantes momentos sola con sus pensamientos. De vez en cuando le gustaba regalarse esos instantes en los que el mundo exterior no importaba en absoluto. Ni el instituto, ni los problemas con sus amigos, ni la distancia... NADA era más importante que ella. Se desnudó suave y sensualmente.

Primero metió un pie en el agua. Luego el otro. Y acto seguido el resto del cuerpo. Notó sus mejillas sonrojarse, aquel cálido aire le dibujó una sonrisa en la cara. La espuma jugaba entre sus dedos, y el aceite aromático de rosas se evaporaba despacio, dejando un dulce olor en el cuarto de baño. Todo era perfecto, todo menos una cosa... allí faltaba algo, mejor dicho, faltaba ÉL. Dudaba que aquella bañera pasara del metro de largo, pero en cambio se le quedaba inmensa, y lo habría dado todo por poder agarrar la mano de ese muchacho que tantos buenos momentos le había regalado. Buscó su olor entre la espuma, pero todo intento fue en vano. Nada. Respiró profundamente cerrando los ojos y prestando especial atención a la música que se había puesto de fondo, con la esperanza absurda, de que él gritara un te quiero desde otra habitación. Sin embargo solo oía a los vecinos, que estaban demasiado preocupados pensando en la nada, demasiado agobiados buscando soluciones a problemas, seguramente, muchos más complejos que los suyos. Siempre había odiado esa forma frívola y descarada de la gente de pasar por la vida, inmersos en millones de ideas extrañas que no conducirían a nada, dejando de lado hasta el más fuerte y puro de los sentimientos, mecanizando cada paso, guiándose únicamente por la mente, y ocultando tras un escudo de hierro el corazón. Llevaba años viviendo en aquel bloque, en aquella calle. Conocía a casi todos los vecinos, y siempre había pasado sonriendo saludando con cariño a cada uno de ellos. En cambio, ninguno se había percatado de que la sonrisa de la jóven ya no brillaba como antes, que era dulce pero triste, y que su mirada volaba mucho más lejos de lo que jamás habrían imaginado. De todos modos daba igual, esperar siempre había sido su fuerte. Y realmente lo que pensaran los demás no era importante. Se tenían el uno al otro, de una forma más difícil de lo que deseaba, pero se tenían. Al menos contaba con su cariño, aunque fuera através de un simple ordenador.

Dejó de pensar en todo aquello, salió del agua, mucho más relajada, se envolvió en una toalla y sintió la última gota recorrer su piel esde el cuello hasta el dedo gordo del pie.


Encendió el ordenador después de haber recogido todo. Inició sesión en su cuenta del messenger y una ventanita le saltó inmediatamente:


.....lo bueno nunca acaba si hay algo que nos lo recuerda (8) dice:

un beso ángel


Y para finalizar un dibujito de unos labios. Sintió como se sonrojaba de nuevo. Es tan perfecto... Recordó entonces el paseo por las calles de Madrid, y lo bien que conocía el camino para llegar a la Gran vía. Sonrió pensando en la explicación que le había dado sobre por qué no preguntaba a la gente cómo llegar, su teoría de sentirse pequeño frente a los demás. Y se echó a reir finalmente cuando pudo ver con claridad los ojos burlones de él fijos en los suyos. Tenía razón. El hostal era bastante cutre, pero nada con él era malo. Donde estuviera su sonrisa todo sería especial.

Se puso la camiseta celeste por encima, lo olió repetidas veces. Le resultaba agradable su sudor, por mucho que los demás dijeran que era asqueroso. Te quiero tanto...

Y sonrió, porque a fín de cuentas, siempre habrá alguien en Cádiz pensando en ella. Y porque jamás dejará de haber una chica que grita con el corazón su nombre, a muchos kilómetros de él. En realidad, esto es el amor... tener una necesidad y cubrirlas todas con una sola palabra suya.

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