miércoles, 16 de septiembre de 2009

....solo nos quedó la espuma....


Comienzo mi historia con una frase tuya, trantando tal vez de continuar lo que no empecé yo:

...Después de romper la ola solo nos quedó la espuma. La misma espuma que me arrastró a tu lado, siendo solo lo que ves, una veleta quizás perdida en un mar que no le corresponde. Un trozo de madera hueca que flota en la inmensidad tratando día a día de llegar hasta la orilla. El mismo pedazo de nada que una mañana te hizo sonreir, ese que enjuga su llanto con tus verdades, y dibuja sus sonrisas con esperanza. Siendo constantemente el pequeño punto de un color vivo aún por descubrir en tu mirada, la palabra que te callas y el silencio que quema tu lengua. Convirtiendome en la luna, en TU LUNA. Y alumbrando cada noche tu reposo, calmando tus temores y cuidando tu vuelo cuando por fín abres tus alas sin miedo y consigues despegar, hermoso como eres, dejando atrás cada ápice de cordura, y enloqueciendo buscando tu libertad. Esa que tú mismo escondiste debajo del colchón para no mirarla a los ojos, para no ser, quizás, demasiado escandaloso pasando por la vida, intentando no dejar huellas que después no puedas borrar.


Los restos podridos del corcho que tanto luchó por llegar a tierra firme, sin tener claro cómo hacerlo, asustado en ocasiones, valiente otras tantas... llega a una orilla en la que es tan solo un cuerpo extraño, algo simple e inutil que poco aportará a la belleza de aquella isla. Sin embargo pasa a ser imprescindible en su paisaje. Eso soy yo.


Seguramente tu Luna a veces se apagará, dejando que tu cuerpo sienta tan solo un destello de su luz, pero no dejará de contemplarte, y temerosa continuará velando por tí cada noche. Su palidez mortecina, pero bella al mismo tiempo, se reflejará en tus ojos dandote el valor, la fuerza, el ímpetu y la paciencia que tanto necesitas. Su voz, imperceptible para tu oido, susurrará tu nombre, y vencida por el sol únicamente podrá esperar, tener paciencia, calma. Aprender a quererte de otro modo, uno más fuerte y decidido, dulce y tierno, compasivo y despiadado... hasta que seas tú, ángel de ensueños y promesas, el que impaciente sonria cada noche cuando su tenue luz brille en tu piel.


Soy también esa sal que se impregna en tu piel en las tardes de verano. La que arrastrada por las olas deja atrás su hogar para encontrar reposo en tí.


El viento que te acaricia, siendo a veces bofetada, y otras, dulce gesto de ternura.


Soy la gaviota que vuela libre, decidida y despreocupada. La que contempla tu cuerpo juntarse con el mar. Esa que se posa en una piedra y únicamente observa la belleza del instante, mientras juegas con la arena.


Y finalmente soy parte de tu esencia, de tu vida, de tu ser. En las noches frías correré asustada lejos de tu recuerdo, intentando ser algo, procurando dejar de serlo todo. Y ya no seré tu luna, no seré tu sol. Seré la estrella que muere a años luz de tus ojos, la que guió tu camino y después, sin hacer ruido, dejó que vieras el final más hermoso. Tan pequeña ante tus ojos, tan grande en realidad. Simple faro que una nube tapa con facilidad. Bola de fuego, tan ardiente como un beso, y tan tenue como un adios.


Sí, puedo serlo todo por tí, ser todo, incluso transformarme en nada, pero.. ¿cuándo entenderás que solo soy el reflejo de la lágrima más pura que fuiste capaz de llorar?

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