martes, 14 de julio de 2009

Lo prometo


-La última palabra que pusiste fue ADIOS.-Dijo tratando de endulzar su tono, aunque en sus ojos se apreciaba la tristeza de lo que decía.

Ella abrió aquel diario que le había regalado cuando estaban juntos y pasó a leer algunas páginas. Había pegado cuidadosamente algunos de los tickets que durante su noviazgo había recolectado. Y se dio cuenta entonces, de que no solo eran papeles, tenían un valor mucho mayor. Eran recuerdos de un tiempo pasado mucho mejor que aquel. Aunque la llama volvía a lucir con fuerza, y todo lo demás parecía minúsculo a su lado. Aquel amor no había muerto del todo, y tratando de recuperarlo se dieron cuenta de que no haría falta mucho.... sería incluso más sencillo de lo que creían.

Abrió el bolso y sacó la cámara de fotos. Se puso a mirar las imágenes de los últimos días. Allí estaban todas. Las del retiro, el bus, el tren, el fotomatón... ¡TODAS! Recordó que la tarde anterior habían llamado por teléfono unas amigas de él, pero aquel pensamiento tardó poco en esfumarse.... el muchacho la besó dulce y apasionadamente y todo lo malo desapareció por completo. ¿Qué más daba lo que dijeran los demás? Ambos tenían claro lo fuerte que era lo que sentían, y si bien es cierto que pasaron demasiadas noches llorando, tanto o más lo era que todas las sonrisas que pudieron imaginar las estaban sacando juntos.

-¡TE QUIERO PEQUE!- Dijo él mirando fijamente los ojos de ella.

-¡Y yo a tí, grandullón!- Contestó.

Y los dos volvieron a reir, dejando a un lado lo demás, como hacían siempre que estaban juntos.

Apuraban como podían los últimos días antes de que la niña se marchara de vacaciones, pero cuando recordaban que pasarían un mes sin verse se abrazaban con todas sus fuerzas, en un intento de pegarse para siempre.

-Mi amor, tal vez en tu maleta quepa.... soy muy flexible.- Siempre acababa sus frases dibujando en la cara de ella una sonrisa, era una especie de don que utilizaba con demasiada frecuencia para desarmarla.

Las manos de ambos se agarraron con fuerza, y sonrieron sin miedo de ser descubiertos. Poco a poco sus labios se juntaron, y el color de aquella tarde pasó a ser verdaderamente distinto.

Se sentía realmente plena, sabiendo que en a penas 12 horas estaría entre sus brazos nuevamente, y que cada beso sería un pequeño paso hacia algo nuevo, único y verdaderamente fuerte, que nadie ni nada podría romper de nuevo.

Aunque no lo parecía los dos jóvenes habían cambiado mucho en aquel tiempo. Él, rozando la mayoría de edad había aprendido a ser más fuerte, a mostrar sus sentimientos en el momento justo. Ella, por su lado, trataba de ser más sencilla, de no controlar sus sentimientos, y sobre todo intentaba NO PLANEARLO TODO. Habían pasado seis meses desde aquel primer encuentro carnal, y parecían muchos menos. Pero ni ella era tan niña ya, ni él tan inocente. Por separado se sentían distintos, pero juntos era todo tan perfecto que más bien creían haber retrocedido en el tiempo. Parecía que estaban en aquellos primeros días de invierno, en los que se abrazaban para darse calor, y necesitaban sentir el tacto el uno del otro para sentirse vivos.

De pronto la mente de ella regresó al lugar en el que estaban. Él dibujaba palabras en su espalda, mientras se relajaban tumbados en un parque.

-Nunca más dejaré que te marches.- Dijo el jóven, con una sonrisa en su cara.

La chica sonrió nuevamente, y pasó sus dedos por los hoyitos que le salían en las mejillas al reir.

-Nunca más me iré, lo prometo....

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