viernes, 17 de julio de 2009

Siniestra historia una tarde de invierno


Aquella tarde no era como las demás. El pelo rizado de ella se movía por el viento, y la vieja barca en la que estaban se tambaleaba cada vez con más fuerza. Normalmente decenas de parejas navegaban en ese estanque, pero allí no había nadie.

Era invierno. Los árboles parecían estar colocados estratégicamente, y sus ramas totalmente desnudas se reflejaban en el agua dibujando extrañas figuras.

Ninguno dijo nada. Él se limitaba a remar de un modo casi mecánico, mientras que ella estaba más ocupada colocándose la melena. Pero ambos se percataban de la situación.

Una vez hubieron llegado al centro de aquel estanque sintieron como algo golpeaba insistentemente la base de la barquita. El muchacho dejó de remar para utilizar uno de los remos a modo de prolongación del brazo y poder espantar así al misterioso cuerpo que golpeaba bajo sus pies. Pero en el intento solo consiguió perder el remo.

Cada vez daba golpes más fuertes. El miedo de ella estaba reflejado en su rostro, y aunque él tratara de ocultarlo, estaba incluso más asustado.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SOCORRO!!!!!!!!!!!!!- Gritó la joven. Pero nadie atendió a su grito.

Se dieron cuenta poco después de que aquel bicho monstruoso tenía aletas, escamas y bigotes. Su piel era de un color rojizo y sus ojos negros podían asustar a cualquiera.

Ambos se abrazaron, y trataron de recuperar la calma, pero les resultó imposible cuando la barca se volteó. El agua estaba prácticamente helada, y la orilla se encontraba demasiado lejos como para ir nadando. De modo que intentaron colocar la embarcación tal y como estaba antes. Pero el intento fue en vano. Aquel animal era gigante, y se dirigía firme y velozmente hacia ellos. Trataron de huir, pero la gran boca que tenía atrapó la pierna de la chica, que nadaba ligeramente más despacio que él. La sangre invadía el agua, y el pez se deleitaba al oir los gritos de dolor de su joven presa. Sin hacer caso de lo ocurrido el chico continúo nadando, y fatigado consiguió llegar a la orilla. Fue entonces cuando sofocado abrió los ojos y se dió cuenta de que se había quedado dormido abrazando a su novia en el cesped del retiro.

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