lunes, 6 de julio de 2009

Post-it


El olor de la última cajetilla de cigarros que había fumado en poco tiempo, se había impregnado en su piel, y no parecía querer irse. Entré rezagada en el vagón y su sonrisa me dió el ánimo que necesitaba. Me senté a su lado, sin decir nada. Pasaba páginas, y páginas de un cuaderno como si estuviera buscando algo muy importante. De entre sus hojas se calló un papel amarillo, de esos cuadraditos que se pegan en la nevera a modo de nota.

-Cariño, recogí esos libros que tanto tiempo esperaste. Están sobre la mesa. No hace falta que los pagues, le dije al dependiente que me los cobrase a mí. Traté de escribir en algunos un par de líneas, algo profundo que te hiciera sonreir. Pero ya sabes cómo soy para estas cosas, tan torpe como para mantenerte a mi lado. Dejé las llaves debajo de esa losa del patio que siempre quisiste que cambiara. Tranquila, no tendrás que verme más. Dejé pagado febrero, anticipé marzo.
¿Sabes? No me gustan las despedidas, porque mientras escribo esto te imagino demasiado triste.

La letra era pequeña, pero no pude leer más, porque después de estas palabras una mancha de café lo cubría todo.

El olor a cigarrillos invadió el lugar de nuevo, y de pronto me di cuenta de que se había bajado del metro, con el cuaderno, y sin su nota. Corrí detrás de ella, pero cuando llegué a la puerta, esta se cerró sin piedad frente a mi cara. Y sola en aquel vagón, con una mano en la barra metálica del techo, y otra agarrando con fuerza el post-it no pude hacer nada más cuando me di cuenta de que me había pasado de estación.

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