lunes, 6 de julio de 2009

Sábanas y abrazos


Sus ojos, presos del miedo gritaron con fuerza, pero nadie quiso oirlos. Trató de defenderse, y recordó lo minúscula que se sentía entre sus brazos. Siempre se recreó con su cuerpo. Aquella nariz curvada, esos labios gruesos y de un rojo verdaderamente intenso, sus ojos negros como la más trágica de las noches... y sus brazos fuertes como dos barras de hierro.

Solía ser su dulce juego. Comenzaban a besarse, de pronto él se apartaba y ella le daba despacio en la cara. Pero esa vez fue diferente. Él le devolvió el golpe con demasiada fuerza, y la cara de ambos cambió por completo.

-¡Lo siento!-Gritó el joven mientras se incorporaba.- Soy demasiado bruto, lo siento mi vida.

La muchacha deseaba perdonarle, pero algo en ella gritaba. Trató de defenderse. Le pegó con toda su fuerza. Él la agarró fuertemente entre sus brazos esperando que la rabieta acabara pronto.

-¡Tranquila, ya está, tranquila!

Pero cuanto más gritaba él, aunque fuera para relajar su cuerpo, más lo hacía ella.

-¡Te odio!-Chilló la niña, pero sus palabras sonaron demasiado poco convincentes. -¡Te quiero idiota, te quiero!

Acarició sus brazos, y deseó besarle con pasión. Nuevamente acabaron en su cama, entre sábanas y abrazos, demasiado enamorados como para olvidarse. ¿Cuándo entenderían lo mucho que se necesitaban?

El pelo cobrizo de él, estaba arremolinado, como a ella tanto le gustaba. Y la piel de la chica, permanecía erizada desde hacía demasiado tiempo. El jóven pasó sus dedos por su espalda, ella solo respondió con un suspiro. Sus piernas entrelazadas, jugaban con suavidad. Y lo que parecía ser una horrible tarde, pasó a ser la mejor, sin duda, de la vida de los dos.

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