sábado, 11 de julio de 2009

Nunca dejé ni dejaré de pensar en ella


Y desnudo en su cama no pude evitar pensar en los ojos de aquella otra muchacha. En las veces que le dije te quiero, en sus besos, en lo mucho que deseaba repetir cada instante junto a ella.

-¡Para, para, para! ¡No puedo.... no quiero!

Mis manos dejaron de rozar apasionadamente la perfecta piel de la jóven, que pálida y triste cambió su cara.

-¿Es que no te gusto?-Dijo con un tono de voz suave.

Pude ver lágrimas en sus ojos como si aquella noticia acabara de romper su corazón. Era solo un pasatiempos para nosotros dos, pero nos importábamos lo suficiente como para saber que desde aquel momento todo cambiaría por completo.

En mi cabeza había mil sentimientos, pero en mi corazón solo uno.... No podía parar de recordar que mi sangre corría por mis venas únicamente para darle calor a esa joven niña cuando tiritaba en las noches de invierno. La tarde en que rozó mis labios en un oscuro portal, como si fueramos dos fujitivos escondidos en algún rincón lejano teniendo como único fin estar unidos para siempre. Esa mañana de fín de trimestre en la que las sábanas dejaron de ser solo tela y pasaron a tener un significado mayor. Su colonia se había quedado impregnada en la cama, y desde luego yo deseaba que se quedara para siempre. Los dos cuerpos desnudos jugaban silenciosamente para no ser descubiertos en un momento tan íntimo, y la mañana terminó por ser solo nuestra. Ya nada volvió a ser igual. Ni los paseos con el perro, ni las noches solitarias.... tampoco las tardes sentado en el escritorio "estudiando" se parecían a las de antes. Algo en mi interior gritaba de ansidad por verla... y supe que siempre la necesitaría. Nunca sirvió de nada tratar de estar con otras, porque mis labios necesitaban el tacto de los suyos. Únicamente quería escribir por siempre palabras de amor para ella, tocar en mi guitarra aquella canción que tanto le gustaba, y ver su dulce cara cuando le dijera que el más profundo de mis deseos había sido conseguir reproducir esas notas.

Una mañana se marchó, dejando de lado cada segundo juntos, y aunque ella no lo sabía esperé cada tarde hasta que regresó. Cuando la tuve entre mis brazos otra vez, mi habitación cobró vida, todo volvió a tener color... Ahora solo se pedir al cielo que no se marche de mi lado, ojalá sus ojos y los míos se miren cada día y mi cuerpo pueda fundirse despacio junto al suyo una y otra vez. Porque, aunque no se lo crea, nunca dejé ni dejaré de pensar en ella.

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