jueves, 2 de julio de 2009

Una noche de verano..


Tus palabras refrescaban mis oidos como el suave oleaje que acariciaba nuestro faro. Aquel en el que una noche susurré que te quería.


Siempre quise viajar, por eso pasé junto a tí largas horas enredados entre las sábanas, mirando el alto vuelo de los pájaros. Te conté que deseaba pisar tierras lejanas, despertar un día viendo la aurora. Pasar una noche entre la nieve.... Susurrarle a un niño de un país en guerra que todo irá bien. Agarrar de la mano a una niña en peligro, sentir su valor, su coraje... Aprender de cada paso, pero cada día de una forma distinta.

-No quiero ser un nudo en la cuerda de tu futuro, quiero ser la prolongación que lo haga más sencillo. -Dijiste, haciendome sonreir, como cada noche. -Deja que te tome de la mano, y que juntos caminemos hacia lo que tanto deseamos.- Paraste de hablar cuando mis labios rozaron dulcemente los tuyos, y noté tus mejillas sonrojándose.

Tenías una facilidad sorprendente para elevarme entre las nubes. Solo una mirada, una palabra en ocasiones, bastaba. Solo eso... y mi alma volaba lejos.

Esperabas con paciencia oir de mis labios dos palabras, y aunque mi corazón gritaba con desesperación, mi mente frenaba esos impulsos. Pero, ¿cómo callar un sentimiento? Siempre consideré demasiado complejo este mundo, pero si algo superaba esa dificultad eso era, sin duda, lo profundo que llegaba a ser el latido del corazón. Facilmente se acelera con una caricia, del mismo modo se para con solo palabras...

No pude controlarlo, probablemente tampoco quise hacerlo. Y dije tartamudeando:

-Te... te... te quiero.

Me abrazaste con la misma ternura con la que se abraza un retoño, como si algo frágil latiera entre tus brazos.

Y aunque jamás supe decirlo.... Siempre deseé pasar mi vida arropada entre tus sábanas, como aquella noche de verano en la que tus ojos y los míos fantaseaban furtivos con volar alto....

No hay comentarios:

Publicar un comentario